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El tercer pleno de China, una reunión importante que se celebra sólo dos veces cada década, concluyó el jueves entre elogios de los medios de comunicación estatales de Pekín. El Global Times, por ejemplo, elogió la reunión por “elaborar un plan general que guiará la reforma y la apertura de China en los próximos años”.
La realidad parece menos trascendental. En lugar de revelar reformas audaces, el comunicado que siguió al pleno parece un extenso respaldo al liderazgo de Xi Jinping, el líder fuerte de China, y a sus políticas vigentes. En él se afirma que el Comité Central hizo una “evaluación altamente positiva” de la labor de Beijing.
Es importante destacar que reafirmó la filosofía de Xi de “desarrollo económico de alta calidad”, haciéndose eco de los objetivos declarados en un congreso clave en 2022. Esta filosofía significa, en esencia, confiar cada vez más en la innovación tecnológica, el big data y la inteligencia artificial para impulsar el crecimiento en lugar de depender de insumos tradicionales como la mano de obra, el capital y la tierra.
Pero el comunicado no aborda en detalle una letanía de desafíos apremiantes. El crecimiento de China es demasiado lento para proporcionar empleo a legiones de jóvenes desempleados. Una caída del mercado inmobiliario que dura ya tres años está golpeando la riqueza personal. Billones de dólares en deuda de los gobiernos locales están asfixiando los motores de inversión de China. Una sociedad que envejece rápidamente está aumentando las cargas de la atención médica y las pensiones. El país ha seguido coqueteando con la deflación. En posteriores elaboraciones del comunicado podrían surgir políticas más claras pero, por ahora, la falta de asertividad para resolver estos problemas profundamente arraigados es una oportunidad perdida.
Para los socios comerciales de China en Occidente, hubo otra omisión decepcionante. Ya en 2004, Beijing prometió reorientar su modelo de crecimiento para que dejara de depender excesivamente de la inversión y las exportaciones y se orientara hacia el consumo de los hogares. Los gobiernos occidentales esperaban desde hace tiempo que esto ayudaría a reducir los enormes superávits comerciales de China y a dinamizar la demanda global.
China no sólo no ha cumplido sus promesas de reequilibrio, sino que, en realidad, ha retrocedido. El consumo de los hogares representa actualmente el 39% del producto interno bruto, lo que representa una reducción de varios puntos porcentuales con respecto a la última década. según estudios del Grupo Rhodium. Mientras tanto, su superávit comercial se disparó hasta alrededor de 823 mil millones de dólares el año pasado, lo que avivó una reacción proteccionista en Estados Unidos, Europa y otros lugares.
El comunicado del pleno no promete impulsar el gasto de los consumidores ni reequilibrar la economía para alejarla de la inversión y las exportaciones. Dice que China debería “esforzarse por ampliar la demanda interna”, pero no aclara cómo debería hacerlo. En el pasado, la forma preferida de hacerlo ha sido impulsar la inversión impulsada por la deuda en lugar de reforzar los ingresos de los hogares y dinamizar el gasto de los consumidores.
En cuanto al comercio, el comunicado dice que China debe “avanzar más rápido para fomentar nuevos motores del comercio exterior”. Una vez más, no está claro exactamente qué significa esto, pero no hay señales concretas de que Beijing se esté preparando para apaciguar a la opinión estadounidense y europea abriendo de par en par sus puertas a más importaciones. Xi y su politburó deberían darse cuenta de que los desequilibrios comerciales de China se están convirtiendo en un problema cada vez más incendiario. Su superávit comercial mensual alcanzó un récord histórico en junio. El resurgimiento de Donald Trump, que impuso fuertes aranceles a las importaciones chinas durante su mandato como presidente de Estados Unidos, debería dar lugar a una verdadera reflexión.
Por encima de todo, Beijing debe hacer más para apoyar a los hogares de bajos ingresos, incluso mejorando el acceso a la asistencia social, para ayudar a estimular su consumo deslucido. Las empresas privadas chinas, que están en una situación desfavorecida, también se beneficiarían de una mayor estabilidad política. Estas medidas no sólo podrían crear empleos, sino que también podrían impulsar las importaciones y aliviar las tensiones comerciales en el proceso.