Era 1984, la venta trajo 996 millones de liras a Parma. En el viaje a Milán con Stefano y su padre, Sogliano se detuvo para hacer una llamada telefónica en un camarote, y al final comunicó que el destino había cambiado: Turín. Y unos meses después Pioli iniciaba su aventura con Scirea, Platini, Tardelli, Boniek, Paolo Rossi…
Era una plusvalía: 996 millones de liras limpias, resultado entre los mil millones recaudados por la venta y los 4 millones gastados en la compra, unos años antes, a una empresa amateur. Y así el Parma de la época, presidente el legendario Ernesto Ceresini y el director deportivo Riccardo Sogliano, uno que no carecía de olfato para los negocios, gracias a ese talentoso defensor de rizos rebeldes y maneras amables, puso el presupuesto en su lugar y pudo construir el equipo para participar en el campeonato de la Serie B.