Un año después, la escasez parece no haberse corregido lo suficiente y la guardería tiene que cerrar. El operador del refugio sólo responde por escrito:
“Se trata del posible fin de mi trabajo de 30 años de vida. El hecho de que los niños vengan a la guardería con sus propios hijos desde el principio es una señal de confianza y apoyo. También sentimos este apoyo de todos los padres. Eso nos da coraje”.