Y la Luna llena en Leo del domingo 5 de febrero es poderosa. Dividido entre el anhelo de libertad de Acuario y la energía centralizadora del signo de Fuego. Hay algo lacerante en esta sinergia. Un rugido interrumpido por el viento, por la ráfaga de aire que mueve más la llama. Hacia el devenir.
Y enfurece el signo de Fuego, generoso, audaz, tan complacido con su majestad que no ve el riesgo de subir demasiado el listón. Una alternancia de voces recorre la identidad leonina. El miedo a no estar a la altura y sentirse el más fuerte, el mejor.
El Sol en Acuario juega en el lado opuesto de la Luna en Leo. No le interesa quedar encerrado en el marco de un plano. O en el marco dorado de la admiración de los demás. Esta fijeza lo oprime, como ya sucedió con Capricornio, signo que lo precede y que ha tratado de bloquearlo entre reglas y control. Pero se deslizó hacia el viento una noche y salió volando de las garras del deber. Dejando atrás el método y los trabajos de la pertenencia terrenal.
El Aquarium es un espacio abierto, un campo libre, una carrera vertiginosa que se libera de las ataduras de una repetitividad asfixiante. El signo de Aire lo disuelve todo. Da la vuelta al escenario, desplaza la lente hacia los demás. Hacia más. El poder cae del pedestal leonino y se convierte en el deseo de cambiar, la posibilidad de avanzar e ir más allá. Para transformar el mundo.
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