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El bricolaje es la especialidad de Peter Hargreaves. El multimillonario cofundador de la empresa de inversiones Hargreaves Lansdown no va a darle una mano de pintura al baño en un futuro próximo. Lo que hará será estar atento a cómo tratan a su bebé algunos de los nuevos propietarios.
Tras un largo proceso de licitación, el consejo de administración de la empresa ha acordado una oferta final por valor de 5.400 millones de libras esterlinas procedente de un grupo de compradores de capital privado. Como en otras adquisiciones recientes de empresas similares, el precio por conseguir que algunos fundadores influyentes se unan a la empresa es ofrecer la opción de efectivo o acciones privadas.
El hecho de que Hargreaves Lansdown abandone los mercados públicos no es una sorpresa. Su negocio de proporcionar servicios de inversión minorista DIY es en sí mismo un factor disruptivo. Pero la empresa no es inmune a las presiones que afectan a la gestión de activos: la presión sobre las tarifas derivadas de una competencia más barata y el escrutinio regulatorio. Esas preocupaciones habían eliminado alrededor del 70 por ciento del precio de sus acciones en los cinco años anteriores a la aparición del capital privado. En vista del pesimismo, quienes puedan hacerlo pueden verse tentados a adquirir acciones no cotizadas.
Para empezar, los compradores encabezados por CVC no están pagando un precio muy alto. El consorcio ofrece 11,40 libras por acción, que incluye el dividendo anual de 30 peniques. En mayo, cuando se conoció el acuerdo, Lex pensó que 12 libras por acción sería un precio de adquisición razonable.
Tal vez por eso Peter Hargreaves planea quedarse, aceptando la mitad en efectivo y la otra mitad en acciones por su participación del 19,8 por ciento. Es cierto que el cofundador Stephen Lansdown aceptará todo en efectivo por su participación del 5,7 por ciento (los dos recibirán 535 y 309 millones de libras respectivamente). Si se incluye la participación del 10 por ciento de Hargreaves, los inversores que realicen la renovación podrían terminar con el 35 por ciento del negocio privado.
Probablemente no lo hagan. La aceptación de acciones no cotizadas en este tipo de operaciones suele ser baja, en parte debido a las restricciones sobre lo que pueden tener los fondos institucionales. A diferencia del cofundador, no se beneficiarán de la actualización de la tecnología tanto en la parte administrativa como en la parte frontal, ni de un reajuste estratégico que, sin duda, es complicado. El mercado público se ha preocupado por la desaceleración del crecimiento, ya que la competencia ofrece cada vez más tecnología mejor y comisiones más bajas. Elegir ceder participación de mercado (o reducir comisiones) puede ser más fácil lejos de la mirada del mercado.
Supongamos que el consorcio puede generar un crecimiento de los ingresos netos cercano a la tasa media anual del 10 por ciento durante los cinco años hasta 2019. El capital social valdría entonces 8.000 millones de libras en 2030 si se valorara con el mismo múltiplo de 19 veces que ofrecen los postores. Los inversores minoristas poseen quizás el 6 por ciento de la empresa. Esos compañeros aficionados al bricolaje pueden verse tentados a unirse a su fundador en el viaje.