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La política francesa ha estado dominada desde hace décadas desde el Palacio del Elíseo por presidentes casi monárquicos, desde Charles de Gaulle hasta François Mitterrand y el actual Emmanuel Macron. Pero otra institución más antigua ha asumido inesperadamente el centro de la escena: la Asamblea Nacional.
La Asamblea, que se remonta a la Revolución Francesa de 1789, es el lugar donde probablemente se desarrollará la política francesa en los próximos meses. Macron debe ahora recurrir a los díscolos miembros del Parlamento reunidos en el Palacio Borbón, en la margen izquierda del Sena, para obtener apoyo para cualquier reforma económica o plan ambicioso de integración europea.
La asamblea ha vuelto a ser el centro de atención tras las elecciones legislativas inconcluyentes convocadas por Macron en junio, que no produjeron mayoría para ninguno de los tres grandes grupos que compiten por formar gobierno: la alianza de izquierda llamada Nuevo Frente Popular (NFP), los centristas de Macron y la extrema derecha de Marine Le Pen.
«Es sorprendente que la Asamblea Nacional haya recuperado su legitimidad», afirma el historiador y editor Olivier Bétourné. «Desde hace décadas no existe una cultura de la Asamblea Nacional en Francia».
Bétourné dice que a Macron le resultará difícil porque está acostumbrado al “ejercicio solitario del poder” bajo la Quinta República creada por De Gaulle en 1958, que inclinó el poder hacia la presidencia después de las asambleas discutidoras y los gobiernos frágiles de la Cuarta.
La izquierda francesa, por otra parte, aunque dividida entre sus diferentes facciones, desde la extrema izquierda del ex trotskista Jean-Luc Mélenchon hasta los socialistas moderados, se encuentra en su elemento en el rudo y tumultuoso ambiente de la cámara baja del parlamento; fue en la primera Asamblea Nacional donde se originaron los términos políticos “izquierda” y “derecha”, porque los revolucionarios se congregaron a la izquierda y los partidarios del antiguo régimen A la derecha.
“El proyecto de la izquierda es revitalizar la Asamblea Nacional, devolverle su independencia”, declaró a la radio France Info Cyrielle Chatelain, líder de los Verdes en el Parlamento. “La Asamblea Nacional vuelve a ser el corazón palpitante de esta república, el lugar de la iniciativa política”.
Francia tuvo un anticipo del drama que se avecinaba en la primera sesión la semana pasada, cuando los 577 diputados electos se reunieron en los bancos rojos de la cámara bajo el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad” para elegir al jefe de la asamblea.
Por casualidad, le tocó al partido de extrema derecha Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que obtuvo la mayor parte del voto popular pero quedó tercero en número de escaños, proporcionar tanto al presidente interino de la asamblea del día (José González, de 81 años, el diputado de mayor edad) como al supervisor de la urna de votación (Flavien Termet, de 22 años, el más joven).
González irritó a la izquierda en su discurso inaugural al aludir a sus lealtades nacionalistas y recordar entre lágrimas sus orígenes en lo que entonces era la Argelia francesa, y muchos izquierdistas a su vez desdeñaron a Termet al negarse a unirse a otros diputados para estrecharle la mano después de emitir sus votos.
Al final del día, los partidarios de Macron habían logrado la reelección de su candidata centrista Yaël Braun-Pivet como presidenta de la Asamblea. El ostracismo del partido de Le Pen se completó al día siguiente, cuando no logró obtener ningún puesto parlamentario, una flagrante violación, según Le Pen, de las reglas y costumbres, dado que el RN es el partido más grande de la Asamblea.
“Todo se decidirá en el Elíseo”, dijo Jean-Philippe Tanguy, uno de los principales adjuntos de Le Pen. “Ese es el plan de Macron: convertir la Asamblea Nacional en un agujero negro del que no pueda salir ninguna luz”.
Sin embargo, ni los enemigos ni los aliados de Macron creen que un plan de este tipo pueda funcionar. Aunque el presidente francés designa al primer ministro, éste no puede hacer mucho sin el respaldo de los diputados. Para que Macron consiga una mayoría en la Asamblea actual, tendría que contar con el apoyo de los socialistas y del centroderecha, además del centro.
Mientras tanto, la renovada importancia de la Asamblea Nacional en la política francesa quedó subrayada por la participación electoral en la segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas de Macron, que con casi el 67 por ciento fue la más alta en 27 años.
Al igual que muchos otros comentaristas y políticos, el historiador Bétourné considera que es hora de reforzar formalmente el papel de la Asamblea. “No sé si se trata de la Sexta República, pero es necesario reequilibrar los poderes ejecutivo y legislativo”, afirma. “El gobierno es demasiado dominante en el proceso legislativo”.