Al comienzo del nuevo año, Brock Peters (18) de California estaba ansioso por demostrar que no había recibido su licencia de piloto cuatro meses antes por nada. Invitó a su abuela y a dos primos a un vuelo en un avión deportivo alquilado. El plan era desayunar a unos cien kilómetros de su casa paterna y luego volver a la orden del día.
Desafortunadamente, el viaje se veía algo diferente en la realidad. Cuando Peters y su familia volaron alrededor de una milla sobre el suelo, de repente escucharon una explosión. El motor del avión había fallado y los intentos del joven por hacer algo al respecto fueron inútiles. Los aviones grandes pueden tener varios motores, pero Peters no tuvo tanta suerte. Un choque parecía estar garantizado.
Mientras el joven estadounidense escuchaba los sollozos de sus familiares, él mismo trataba de mantener la cabeza fría. Durante su formación aprendió a realizar aterrizajes de emergencia, aunque no esperaba que tuviera que recuperar ese conocimiento tan rápidamente. La superficie rugosa también estaba cubierta con todo tipo de piedras y plantas. Por lo tanto, Peters sabía que un aterrizaje en la naturaleza virgen era garantía de lesiones físicas graves y la destrucción total de la aeronave. Así que decidió dirigir el avión en dirección a la Ruta 66. La histórica carretera tiene 3.940 kilómetros de largo y atraviesa ocho estados diferentes. Una pista ideal, si no fuera por el hecho de que la carretera también atrae a muchos turistas.
Después de una breve llamada telefónica con su madre, Peters decidió aterrizar en la Ruta 66 después de todo. Logró mantener la calma y tuvo la suerte de que un automovilista pudo desviarse en el último momento. Momentos después, sus familiares se sintieron aliviados al salir del avión sin daños, aunque tenían preguntas sobre cómo el piloto logró arma superior-evitando que todos los cables eléctricos cuelguen por encima de la carretera.
El propio Peters recuerda con relativa seriedad su espectacular aterrizaje. Se prepara para ir a una misión como mormón y atribuye su éxito a Dios. “Sabía que iba a aterrizar bien el avión”, dijo a CBS News. “Pero el hecho de que no golpeé nada se debe a la intervención divina”. El joven piloto tiene la intención de tomarse las cosas con calma durante unos días, pero quiere volver a estar en la cabina la próxima semana.
Algún día espera volar para una aerolínea profesional. Con una porción similar de suerte de su lado, eso no debería ser imposible.