El periodista Maarten Rabaey teme que esta guerra sea larga y sangrienta. Y advierte a Israel que no caiga en la trampa de Hamás.
El 7 de octubre de 2023 será una de las páginas más oscuras de la historia de Israel. Se han contabilizado más de 600 muertes israelíes desde que el grupo terrorista islamista Hamas lanzó un ataque desde la Franja de Gaza con miles de cohetes y combatientes abriendo fuego indiscriminadamente contra civiles desarmados y secuestrando al menos a 100 israelíes. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró entonces la guerra. Muchas decenas de combatientes de Hamás han muerto en contraataques, pero también han muerto civiles palestinos.
La fecha del ataque sin precedentes fue elegida simbólicamente por Hamás, exactamente cincuenta años después del inicio de la Guerra de Yom Kippur en 1973, en la que Egipto y Siria recuperaron territorio que Israel había capturado durante la Guerra de los Seis Días de 1967. Al igual que entonces, los servicios de seguridad israelíes fueron tomados completamente por sorpresa. Se culpará al Primer Ministro Netanyahu por esto más adelante, pero ahora la atención debe centrarse en evitar que la violencia se extienda por toda la región.
Sin embargo, hay muchas posibilidades de que esta guerra sea larga y sangrienta. Debido a los cientos de israelíes secuestrados, el ejército no podrá limitarse a ataques aéreos sino que también tendrá que desplegar tropas terrestres especiales, lo que provocará combates callejeros en la densamente poblada Gaza. Sin la oportunidad de huir, muchos civiles palestinos corren el peligro de morir entre dos incendios.
Israel corre el peligro de caer en la trampa que Hamás le ha tendido. Utilizan las muertes de civiles palestinos inocentes en su propaganda para radicalizar aún más a una generación perdida, incluso en Cisjordania, donde Hamás está empeñado en apoderarse de la débil Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas.
Sin embargo, Hamás no representa sinceramente al pueblo palestino. Hamás armó y entrenó a sus combatientes para este ataque con el apoyo de Irán, lo cual fue admitido por el asesor militar del líder espiritual iraní, el ayatolá Ali Jamenei. El régimen de Teherán también está frustrando el reciente acercamiento entre Israel y su archirrival regional Arabia Saudita. Estas conversaciones para normalizar las relaciones surgen de los Acuerdos de Abraham de 2020, en los que Israel ya hizo las paces con Estados del Golfo como los Emiratos Árabes Unidos tras la mediación de Estados Unidos.
Teherán ahora parece decidido a atacar a los israelíes en múltiples frentes. El domingo ya se informó de bombardeos por parte del grupo proiraní Hezbolá desde el sur del Líbano.
No hay una salida fácil para el Primer Ministro Netanyahu, a quien el año pasado la opinión pública se opuso por su toma de poder en el poder judicial, tras lo cual incluso los reservistas se declararon en huelga. Estos soldados ahora tienen que unirse a la lucha porque su gobierno permitió que la situación en Gaza se deteriorara aún más. Su misión ahora es proteger las vidas israelíes, pero el país no debe caer en la sangrienta provocación de Irán, que, al igual que Hamás, espera cínicamente que la muerte de civiles palestinos en represalia aleje a los nuevos amigos árabes de Israel.