Imponer tu voluntad a quien no te quiere, quizás gracias a la droga de la violación, ensombrece aún más ese abismo sin fondo que es el alma humana.


Aldo Cazzullo (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

C.Como los asesinatos, las violaciones no son todas iguales. No me refiero a la gravedad oa la odiosidad del delito, que obviamente no cambia según el autor y las circunstancias.

Pero desde un punto de vista judicial, la imagen obviamente es mucho diferente si es un ataque en frío, en la calle, o la prevaricación de una voluntad que se impone a otraen un contexto de intimidad entre el verdugo y la víctima.

Esto no justifica, pero ayuda a comprender por qué llegamos a oraciones impugnadasy en mi opinión increíbles, como la que supuso la absolución del niño acusado de violación que aprovechó la puerta de un baño entreabierta.

Recuerdo cuando el juicio en contra fue a sentencia en los mismos días el «bruto» Mike Tyson – condenado – Y el «seductor» William Smith Kennedy, vástago de la dinastía, absuelto.

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Pero las crónicas de estos días suman otros casos, que nos dejan completamente boquiabiertos. Nueve denuncias de agresión sexual en una fiesta en Alemania -a la que también asistió el Canciller Scholz-, todo relacionado con la «droga de la violación».

Y aquí vamos más allá de la brutalidad, por odiosa que sea, y entramos en el terreno de lo inexplicable. Porque, si para una persona normal es inconcebible que un hombre pueda disfrutar de la violencia ejercida sobre una mujer, no lo es menos Es inconcebible que un hombre pueda dejar inconsciente a una mujer, y aprovecharse de ella como si fuera una muñeca hinchable.

Imponer tu voluntad a una persona que no te quiere: al final, siempre vuelve ahí. Pero llegar allí de forma química, sintética, gracias a las drogas, ensombrece aún más ese abismo sin fondo que es el alma humana.

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