Charles conquistó Monza en un momento difícil para la temporada de Ferrari, dando confianza de cara a 2025. Y con Hamilton…
Hay días únicos, en los que te despiertas pensando en lo maravilloso que sería regalarte a ti y a millones de fans una tarde de felicidad. En el que, con una magia que nadie podría imaginar, se parte de una idea un poco loca y consigues acariciarla y cultivarla con determinación e igual delicadeza. En el que poco a poco te das cuenta de que ese pensamiento se va volviendo, con las vueltas que pasan, cada vez más concreto, mientras junto a ti, poco a poco se dan cuenta todas las personas vestidas de rojo que llenan las gradas, que empiezan a sentirse cada vez más, más. y con más fuerza. Días en los que te dejas emocionar porque realmente sucedió, porque fuiste capaz de una hazaña que nadie esperaba y, quizás por eso mismo, tiene un sabor especial.
TRIUNFO CONSCIENTE
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Charles Leclerc ya había ganado en Monza, disfrutando del podio contemplando la “marea roja” de la afición cavallina, las fotos, los abrazos y las fáciles promesas de un futuro como campeón. Pero en aquel 2019 lo había celebrado como un “niño terrible”, recién llegado a Ferrari y acompañado de la imprudencia de quien no tenía nada que perder. Esta vez triunfó de forma mucho más consciente, con una elección estratégica que requirió imaginación y coraje para concebirla (junto con sus ingenieros), pero que no pudo prescindir de un conductor de alto nivel, capaz de concretarla y lograrla con claridad y Magnífica gestión de los neumáticos. Sobre todo, el monegasco reconquistó Monza en un momento muy importante de la temporada, de su carrera, y también de la propia Ferrari. Él y el coche rojo, desde Montecarlo en adelante, mientras Red Bull veía eclipsado su dominio, asistían al sensacional crecimiento de McLaren y a la resurrección de Mercedes, actuando como actores secundarios o casi, con todas las sombras que esa mediocridad proyectaba sobre el futuro. . Y además, para Charles, con la inminente y farragosa llegada de Lewis Hamilton como compañero de equipo en sustitución de Carlos Sainz.
FERRARI Y MÁS…
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El golpe de ayer endereza la situación, al menos a nivel psicológico, y devuelve algo de luz al 2025 para el equipo y el piloto. También ayuda al director del equipo, Fred Vasseur, que necesitaba un día como este. El éxito del GP de Italia vale una etapa, hay que reiterarlo: se espera que Ferrari luche por un Campeonato del Mundo que falta para los pilotos desde 2007 y para los constructores desde el año siguiente. Una eternidad. Con Hamilton y Leclerc así, podemos decir sin ninguna duda que estamos ahí a nivel de pilotos. Lewis no es siete veces campeón del mundo por casualidad, además de su talento sabe liderar un equipo. Charles es rápido, la presencia del inglés le hará madurar aún más, ayudándole a superar momentos de inconstancia. Necesitamos el monoplaza, que debe ser mejor y más continuo que el SF-24. Y se necesitan técnicos para el monoplaza: si realmente el genio Newey se le ha ido de las manos, queda un hilo de preocupación. Pero son días como el del GP de Italia los que devuelven a Maranello la confianza necesaria, los que demuestran que aún hoy hay técnicos a la altura. Monza no es el circuito más convincente del Mundial, así que no hay que engañarse demasiado cuando aún queda parte de la temporada. Sin embargo, de un éxito se pueden entender muchas cosas, incluida la forma en que se puede dirigir el desarrollo de un coche o el valor de una estrategia diferente a la obvia adoptada por todos los demás. Buenas señales sobre las que construir sin miedo. Creer en ello es fundamental. Una nota final, desde la perspectiva del campeonato. Monza confirmó ayer todos los defectos filosóficos de McLaren ante un Campeonato del Mundo que puede y – dado el valor actual de su monoplaza y los problemas de Red Bull – quizás debería ganar. El equipo lleva meses trasteando, sin aprovechar las oportunidades que se le presentan de forma secuencial. Ver a Piastri adelantar a Norris en la primera vuelta (haciéndole perder también la posición sobre Leclerc) y no darle el segundo lugar durante la última vuelta es un ejemplo verdaderamente récord de autolesión. Es desagradable imponer órdenes de equipo, pero perder títulos que se pueden ganar es ciertamente mucho peor.
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