Con miradas vacías sobre la carretera, tapas de cacerolas y aquí y allá un megáfono. En 1967, Luilak seguía siendo una tradición anual. Cientos de niños desfilaron, algunos disfrazados, cruzaron la calle y al final se les obsequió un manjar: el Luilakbol. Tocaron el timbre, corrieron y condujeron por las calles con ciclomotores. La gente curiosa miraba por la ventana a los niños ruidosos. Vuelva a mirar las imágenes únicas de arriba.