Historia bellamente dibujada por Jean-Jacques Sempé sobre un constructor de bicicletas que no puede andar en bicicleta ★★★★★


Estatua Sempé

Ciertos eslóganes publicitarios son bien conocidos. Tales como: «Setenta metros cayó profundo/ Su corazón se detuvo/ Pero su Pontiac corrió». Durante el Tour de Francia de 1951, el ciclista Wim van Est se cayó mientras descendía del Aubisque. Lo sacaron del barranco con llantas de bicicleta atadas. Ha sobrevivido una foto en blanco y negro en la que lo vemos sentado al borde de la carretera, llorando, con el suéter amarillo todavía sobre los hombros. La caída en sí no ha sido fotografiada, pero debe haber parecido que el artista Sempé inmortalizó un momento similar en El secreto de Raoul Taburin de 1995. Una figura al estilo de Ícaro, pintada con acuarela gris, vuela sobre un abismo con bicicleta y todo, bajo el título: ‘Acrobacia loca de un ciclista tonto’.

Imagen nula Sempé

Estatua Sempé

Jean-Jacques Sempé, que cumple 90 años en agosto, es uno de los más grandes ilustradores de Francia. su serie de cuentos El pequeño Nicolás y Un peu de Paris, puede llamar con seguridad su homenaje poético a la capital francesa un clásico. En realidad, es extraño que una traducción de Raoul Taburín, del cual se realizó una exitosa adaptación cinematográfica en 2018. El libro y la película tratan sobre el curioso secreto de Raoul Taburin: ¡no puede andar en bicicleta! Todo el mundo conoce las cualidades de este mecánico del pueblo de Saint-Céron, sobre todo el corredor Sauveur Bilongue, que gracias a él ganó una etapa en el Tour de Francia. Pero el constructor de bicicletas no puede andar en bicicleta él mismo. «No importaba cuánto practicara en asfalto o caminos de tierra, no podía mantenerse erguido sobre dos ruedas». Afortunadamente, su experiencia con volcaduras, derrapes y absorción de impactos lo habían convertido en «un maestro en el arte de caer».

Y entonces Hervé Figougne aparece en su vida, un talentoso fotógrafo ansioso por capturar a Raoul mientras monta su bicicleta cuesta abajo. Raoul no tiene más remedio que enfrentarse a sus miedos y desafiar la gravedad. Pequeño spoiler: eso no termina bien.

En definitiva, una historia divertida con bonitos dibujos, pero lo que hace que el libro no tenga precio es el juego de Sempé con los nombres propios que se convierten en marcas. Las bicicletas de Raoul Taburin son tan buenas que les dan un título honorífico: la bicicleta que le compras no es una bicicleta cualquiera, es una ‘taburin’. Uno de sus compatriotas es el carnicero Auguste Frognard, cuyos jamones son tan buenos que un ‘frognard’ indica un trozo de carne muy bueno. Y luego está el óptico Frédéric Bifaille, que vende gafas especiales. Las lentes y monturas que le compras son más que utensilios: son auténticas ‘bifailles’. Con esto, Sempé parodia la obsesión francesa por terruño y la tendencia de cualquier producto de calidad en la vecindad a tener un denominación de origen quiere pegar. Debería El secreto de Raboul Taburin Así que no lo llames simplemente un libro. Es un ‘sempe’.

Jean-Jacques Sempé: El secreto de Raoul Taburin. Traducido del francés por Kris Lauwerys e Isabelle Schoepen. bancos; 96 páginas; 22,50 €.

Jean-Jacques Sempé - El secreto de la estatua de Raoul Taburin rv

Jean-Jacques Sempé – El secreto de Raoul Taburinimagen rv



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