Hilde (55)* vive desde hace casi dieciocho años a 15 metros de una pocilga industrial en Meerle. Para ser claros, ella y su marido llegaron primero, los 2.000 cerdos llegaron después. Hace dos años no pudo soportar más el hedor y sufrió un colapso mental. Desde entonces recibe ayuda de un psicólogo. “Todavía me pasa que me enojo completamente, lo cual no es divertido ni para mí ni para mis invitados”.
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