Muchos lo han probado, más recientemente los Sleaford Mods, pero el hombre con la raya al costado que cae sobre su ojo izquierdo en sus representaciones teatrales a veces enojadas, a veces insultadas, a veces lacónicas, a veces desdeñosas no tiene rival cuando se trata de estoicismo y sílabas hondas. O en menospreciar a los demás con su propio desparpajo proletario.
Han pasado casi 30 años desde que un conocido me llevó al backstage de Frankfurt para conocer a Mark E. Smith. En ese entonces estaba haciendo mi propio fanzine, con una grabadora bajo el brazo y esperando que el hombre delgado y gruñón me diera una entrevista. Hizo más que eso, me ofreció un jugo de naranja. No contaba para ninguna de las bandas de la época salvo Felt.
Trabajo increíblemente coherente.
Llamó a Billy Bragg irrelevante y a Paul Weller políticamente ingenuo. Dijo: “La escena independiente en Inglaterra es aburrida, discos de mierda, una pérdida de tiempo.” Estaba claramente orgulloso de su entonces esposa y guitarrista Brix, quien intentaba animarnos con chistes nazis.
Mark E. Smith es uno de los intrépidos en un mundo ansioso. Con su banda The Fall, que, pese a cambios ocasionales, duró casi 40 años -en todos los sentidos- grabó más de 30 discos de estudio y otros tantos en directo sin importarle quién se los compraría y con qué sello tendría que ponerse. Los cambios en el sonido y las intenciones de The Fall fueron mínimos, recorriendo como una elipse la obra.
A veces un disco retumba un poco más áspero, a veces Smith casi se deja llevar a cantar; El resultado final es un trabajo increíblemente coherente, que consta de títulos de canciones difíciles de manejar y una denuncia sobre la depravación, la ceguera y la mentira del mundo, escrito para siempre en Mancun aceitado.
El texto de archivo proviene de la serie “ROLLING STONE cumple 20 años. Nuestros héroes”, que se publicó con motivo del 20 aniversario de ROLLING STONE.
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