Hay una lógica económica detrás de los nuevos conglomerados de partidos locales, como en Gante. Pero así no es como funciona la democracia.

Bart Eeckhout es el comentarista principal.

Bart Eckout

La confirmación de que Open Vld y Vooruit formarán una lista conjunta en Gante en las próximas elecciones municipales no solo es una noticia importante para los ganteses. La decisión también tiene un precedente y un valor simbólico para el resto de Flandes.

En primer lugar, la situación en Gante ilustra un giro a la izquierda. La lista de ciudades de Open Vld y Vooruit es lógicamente equivalente al fin anunciado de la colaboración entre Vooruit y Groen en la ciudad. Esta distancia entre verde y rojo continúa en todas partes y no es solo el resultado de una maniobra táctica, sino ciertamente también de una reorientación ideológica de (especialmente) Vooruit, que prefiere mirar hacia el centro en lugar de luchar con otros partidos de izquierda.

Esta evolución frustrará a algunos progresistas, dentro y fuera de la ciudad de Artevelde. Y no sin razón, porque el fin del tándem rojiverde en Gante también puede significar la salida de Groen del ayuntamiento, donde N-VA se presenta como nuevo socio. En términos netos, esto no resultará en una gobernanza más progresista.

Por otro lado, la separación ofrece oportunidades para dar a los votantes progresistas más opciones y aumentar el grupo electoral. La alternativa, verde y rojo unidos en un cartel infeliz, no es tan tentadora ahora.

Pero la lista de ciudades azul-rojas también es precursora en otro sentido. Open Vld y Vooruit no van juntos porque sus ideas coincidan muy bien, sino para retener el poder. Las nuevas reglas para el gobierno local dan una gran ventaja a la lista que sale de las urnas como ganadora: es la primera en intentar formar una coalición y suplir al alcalde. Y entonces ves listas de candidatos agrupándose en muchos lugares alrededor de candidatos a alcaldes con el primer objetivo: convertirse en los más grandes y conquistar el poder.

Los defensores de las nuevas reglas argumentan que esto brindará a los votantes una oferta más transparente. Las alianzas, listas de ciudades y cárteles reemplazan a los oscuros acuerdos preliminares de antaño. Eso no es del todo bien. El resultado de la nueva situación es que los votantes tendrán menos opciones. Después de todo, los líderes de los partidos políticos ya han elegido en gran medida por ellos.

Hay una lógica económica detrás de los nuevos conglomerados de partidos locales, como en Gante: las economías de escala deben conducir a ganancias de eficiencia. Así es como funciona un negocio, pero así no es como funciona la democracia. En algunos lugares, los partidos ya habrán repartido el poder de tal manera que los votantes apenas tendrán donde elegir. Añádase a eso la lamentable abolición del voto municipal obligatorio y el resultado es una devaluación considerable de la democracia local.

El alcalde y el concejo municipal son las instituciones políticas en las que tradicionalmente los ciudadanos tenemos mayor confianza. Esa debería ser una razón particularmente buena para no regatear demasiado con nuestros derechos democráticos locales. Si algo funciona bien, como político debes reprimir las ganas de querer arreglarlo.



ttn-es-31