Harrie Smeets, obispo de Roermond, pudo predicar de manera inspiradora


“Amar a las personas por el amor de Dios” fue el lema que eligió Harrie Smeets cuando fue nombrado obispo de Roermond en otoño de 2018. El lema coincidía con la línea del Papa Francisco.

La secularización y la ortodoxia bajo el obispo Jo Gijsen (1972-1993) habían reducido el rebaño que a Smeets se le permitía pastorear. Frans Wiertz, el predecesor de Smeets como obispo, no podría haber cambiado el rumbo. Los escándalos de abuso infantil dentro de la Iglesia católica tampoco ayudaron.

Antes de su nombramiento, Smeets era decano de Venray, donde era conocido como un hombre amable con sermones inspiradores. Este clérigo nacido en Heerlen y criado en Born se benefició de los estudios holandeses que completó después del bachillerato. Su llamado llegó tarde: “Siempre me sentí como en casa en la iglesia, pero al principio no estaba tan preocupado por Dios. Al parecer Dios estaba ocupado conmigo”.

Murió el miércoles a la edad de 63 años.

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A la edad de 25 años, Smeets comenzó a formarse como sacerdote. Después de su ordenación trabajó en parroquias de Thorn, Wessem, Maastricht y Weert. “He visto casi todos los rincones de la diócesis excepto Heuvelland”.

Los años de Smeets como obispo se vieron ensombrecidos por el desastre. Desde marzo de 2020, las iglesias se enfrentaron a medidas de corona y cierres que no favorecían la ya escasa asistencia de los creyentes. Sólo hizo que los recortes dentro de la diócesis fueran aún más necesarios.

A finales de mayo de 2021, el obispo ingresó en el hospital de Roermond. Al principio los médicos pensaron que se trataba de un derrame cerebral, pero poco después descubrieron un tumor cerebral. Inmediatamente resultó ser una sentencia de muerte a largo plazo.

El obispo llevó su cruz sin quejarse. “Hay gente que lo pasa mucho peor que yo”, relativiza su suerte en el diario La Limburger. “Tengo buenos médicos, rezan mucho por mí y estoy bien atendido. También conozco personas a las que les da igual que la atención domiciliaria llegue a las siete o a las diez. Porque ya no tienen nada que hacer y nunca reciben visitas”.

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El obispo también se consoló en su fe. El año pasado se publicó una colección suya bajo el título Testigos de la Resurrección. “Resucitar de entre los muertos es incomprensible”, dijo en aquella ocasión el obispo ante la cámara de la emisora ​​regional L1. “Pero sucedió. Y nos espera a todos”.

Smeets expresó su gratitud por haber vivido más de lo previsto originalmente por los médicos. Tenía dolores, se cansaba más fácilmente y dependía de una silla de ruedas, pero siguió asistiendo a misas y otras ceremonias. Muchas de sus otras funciones fueron asumidas por su vicario general.

A principios de marzo de este año, la diócesis anunció que se había encontrado un segundo tumor en el obispo y que finalmente se había completado el tratamiento. En agosto presentó su dimisión por motivos de salud.



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