Pero ¿será entonces el Gobierno Meloni quien ponga fin a la temporada de populismo que quiso desafiar a los mercados y a Europa, rompiendo restricciones en nombre de las necesidades de la gente -precisamente- sin calcular costos y beneficios? Así parece, al menos si se escucha el discurso de Giorgetti en la Cámara el miércoles, durante la presentación del informe de la PBO (Oficina Parlamentaria de Presupuesto). En la práctica dijo basta al modelo que definió como “LSD: Laxitud, Subsidios, Deuda”. En resumen, no habrá desviaciones en la disciplina presupuestaria, que algunos definen como austeridad. Y este anuncio, irónicamente, proviene de un gobierno de derecha que tiene que aplicar aquellas reglas contra las que alguna vez se combatió.
No está claro qué efecto tendrán las palabras del propietario de Via XX Settembre a la hora de decir no a múltiples ministros, a múltiples solicitudes. Sólo uno queda en pie. Lo que Giorgetti definió como “imprescindible”: reducir la cuña fiscal, lo que costará 10 mil millones. En definitiva, si ya había comenzado una temporada de rigor financiero tras el Gobierno Draghi, ahora hay confirmación de que el rumbo no cambia. Más aún con el procedimiento de infracción de la UE que se ha iniciado contra Italia junto con otros seis países y que nos costará una corrección de alrededor de 10 mil millones durante los próximos siete años.
Por tanto, las próximas agendas políticas deben leerse con estos números. Porque es inevitable que las reformas que Meloni tiene en mente tengan que estar a la altura del clima social y económico. La pregunta es: ¿será suficiente confirmar el recorte de la cuña fiscal, ya logrado, para mantener el viento en popa? Este es el tema que tiene la derecha hoy. Tal como alguna vez lo dijo la izquierda: ¿cómo se hace popular la responsabilidad fiscal, cómo se mantiene el consenso sin la posibilidad de un gasto deficitario? Una cuestión que Meloni podría compartir con otras derechas y quizás con la francesa si Marine Le Pen gana su desafío electoral y puede llevar a su protegido a liderar el Ejecutivo. Pero incluso ahí empezó el cambio: hace unos días el líder tuvo que tranquilizar a los mercados prometiendo no tener ningún desacuerdo con Macron.
Mientras tanto, tanto Italia como Francia comparten un procedimiento de infracción de la UE que les influirá enormemente. Como recordó ayer la Oficina Presupuestaria del Parlamento, el presupuesto de 2025 parte de 20.000 millones, mientras que las nuevas normas del Pacto de la UE pondrán un límite a la posibilidad de llevar a cabo intervenciones deficitarias. En la práctica, no más déficits adicionales ni desviaciones presupuestarias. Comienza una nueva era. La mayoría e incluso la oposición tendrán que elegir de qué lado tomar.