Gianni Minà, maestro y hermano mayor siempre en busca de historias que contar


La segunda iniciativa es en cambio un libro (“Hambriento de historias, editorial Roberto Nicolucci) que es un intrigante catálogo de fotos y textos breves del periodista en busca de su intención informativa. “El periodismo sólo debe servir para que la gente entienda, sepa, tenga conocimiento, no se deje drogar por el rollo mediático de siempre que empuja a no pensar”. Un libro dedicado con ternura a las hijas de Minà, a su generación “despojada y despojada hasta de un sueño de futuro”.

También hay otra cualidad que hay que reconocer en Gianni Minà. El de haber sido maestro, sin tener nunca la presunción, de muchos jóvenes que se han embarcado en el camino del periodismo. Cada uno de nosotros tiene un recuerdo, un fragmento, una chispa que surge de un encuentro con él. El escritor lo conoció a principios de los años 80, cuando él ya era un aguerrido profesional y yo un niño que soñaba con ser corresponsal deportivo. “Ve a hacer un buen informe sobre la concentración de la Juventus después de las vacaciones de verano”, me amonestó mi jefe, haciéndome entender que, estando todavía en juicio en la Unidad, no tenía otra opción: o lo hacía bien o volvía a realizar reportajes breves para los informativos regionales. Creo que fue en 1984 y esa fue la Juve mitológica de Platini y Boniek, Tardelli y Rossi. El equipo se reunió en Villar Perosa, que en ese momento era como el pabellón de caza de la realeza inglesa, con el Avvocato Agnelli que vino a dar su bendición mientras Giovanni Trapattoni, el legendario Trap, soltaba sus silbidos desde el banquillo.

Gianni con su compañía Rai estaba grabando entrevistas. Al verme un poco confundido, me preguntó si ya había reservado una entrevista con Platini. Y que eventualmente podríamos hacerlo juntos para ahorrar tiempo. Claramente era un pretexto para sacarme del apuro. “No te preocupes”, se rió. “Al final, estos son niños, muy buenos jugando al fútbol, ​​pero luego con las mismas inseguridades que sus compañeros. No es fácil estar a la altura de los sueños de sus fans. Ganan mucho, pero cada juego es un examen difícil de aprobar…”

Presentado por Minà, rápidamente me uní a todos. Incluso con Michel Platini, “le Roi”, un gran campeón no solo con los pies. Ingenioso, irónico, siempre con una broma preparada. No dio novedades, pero dejó claro lo que hay que entender para hacer un buen servicio. Incluso con los otros jugadores, con Rossi, Tardelli y Gentile, hablamos de la nueva temporada y del fútbol italiano que, en el mundo, se había convertido ya en el más conocido y admirado. En resumen, había hecho un buen recorrido. Y cuando volví a la redacción mi pieza tenía un buen protagonismo. Y mi jefe, Silvio Trevisani, ya no me amenazó con posponer la redacción de los escritos.

No quiero trivializar. Episodios como este, con Minà, les han pasado a muchos otros compañeros. Sin embargo, lo que quiero decir es que Gianni era así, cerca y lejos al mismo tiempo. Humilde y ambicioso, bajo y alto. Se interesaba por todos y por tanto también por el punto de vista de un colega más joven, quizás sin experiencia pero con una sensibilidad diferente. También dejó claro, con su forma de moverse, que en nuestra profesión no necesitamos poner límites. Otros se encargarán de ponerte estos límites: jefes, editores, compañeros envidiosos. Pero le corresponderá a un buen periodista tener planes, ideas, sin esperar la indicación de un superior.



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