Gasset y Montpellier, cuarto acto: historia de amor, amistad y vejez


Dos padres que fundaron un club, dos hijos que quieren salvarlo, un genio amable y a menudo sombrío, el fútbol como terapia, un libro bueno para el alma, un hombre que siempre toma la decisión de su corazón

En las novelas de espías de Robert Ludlum, el terrorista Carlos el Chacal utiliza una red de jubilados para llevar a cabo cualquier misión mientras permanece en la sombra. El concepto es que un anciano suele estar fuera de toda sospecha, pero sabe cómo funciona el mundo mejor que un joven y está mucho más familiarizado con conceptos como el amor y la lealtad. El caso en cuestión, sin embargo, no surge de una novela y no tiene que ver con hechos delictivos. Es el de un equipo último en la clasificación que debe empezar a esforzarse en el fútbol para salvarse, y el protagonista es un hombre de casi 71 años que abandonó la escena hace unos meses declarando: “Me vuelvo a casa. “He estado haciendo este trabajo durante cuarenta años, probablemente lo extrañaré”. Es cierto que lo extrañaba, de lo contrario no habría regresado. Y no se equivocó al decir que regresaba a casa: Jean-Louis Gasset, uno de los más grandes sombras del fútbol europeo, sólo se volvería a poner el traje para su Montpellier. Las razones están escritas en la historia.



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