El 31 de julio de 1954 la expedición italiana dirigida por Ardito Desio alcanzó la cima de la “montaña más peligrosa de la Tierra”, el segundo pico más alto del planeta. Qué nos queda de las mentiras iniciales, de la retórica de la empresa y de la batalla por la verdad de Walter Bonatti
“Aquella noche en el K2, entre el 30 y el 31 de julio de 1954, tuve que morir”, escribiría Walter Bonatti treinta años después, reelaborando, una y otra vez, aquellos trágicos momentos en la segunda montaña más alta del planeta: por encima de los 8.000 m, más allá del “línea de la muerte”, a 25 bajo cero, aferrado a un banco excavado en el hielo que en realidad es un hambre primordial de vida, luchando contra la desesperación y contra la locura resignada de su compañero Amir Mahdi. Pero no morirá, al menos no en el sentido biológico del término. Y a última hora de la tarde del 31 de julio de 1954, Achille Compagnoni y Lino Lacedelli, líderes de la expedición de alpinismo italiano organizada por el CAI y dirigida por el científico Ardito Desio, alcanzarán – los primeros seres humanos – la cima del K2: pero si Bonatti y Mahdi no hubiera jugado al ajedrez. A pesar de ellos, con la muerte, los otros dos nunca habrían llegado a la cima.