Exceso de velocidad, celulares, alcohol: el fracaso de los controles automáticos


¿Cuándo fue la última vez que oyó hablar de la seguridad vial? Si no lo recuerdas, no es solo la guerra y la pandemia. En Italia, el tema ha pasado de moda, si es que alguna vez lo estuvo, durante al menos una década. En el mismo período, los controles cayeron en toda Europa: un informe ETSC (Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte, también financiado por la Comisión y el Parlamento de la UE y vinculado a las autoridades nacionales), publicado el 15 de marzo.

Por otro lado, la UE ha incumplido por segunda década consecutiva el objetivo de reducir a la mitad las muertes en carretera fijadas a principios de siglo (-50% cada diez años): el periodo 2010-2019 finalizó con un -23,66%, menos del la mitad de la caída prevista. En 2020 la tendencia ha mejorado, pero probablemente sea gracias a los confinamientos por el Covid. La cifra acumulada desde 2000 es del -63,40 %, frente a un objetivo del -75 %. A estas alturas, la sensación es que, para aspirar a lograr la reducción a cero sustancial prevista para 2050, los Estados se están apoyando sobre todo en la tecnología. Que, sin embargo, está lejos de expresar todo su potencial.

UNA DÉCADA DE COMPARACIÓN

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Los límites de la tecnología.

En efecto, es necesario que la tecnología tome el relevo del hombre por completo o casi, viniendo a guiarla a «ella» (que, además, corre el riesgo de tener un precio en términos de privacidad – y vulnerabilidad a averías y ataques de piratas informáticos que podrían provocar accidentes o bloquear carreteras como puede ocurrir hoy en día con aviones y trenes). Pero llevará décadas: antes de una difusión generalizada de la conducción autónoma, en las carreteras habrá un largo (y problemático) periodo de convivencia entre conductores humanos e inteligencia artificial.

Mientras tanto, la tecnología seguirá estando presente principalmente en los controles automáticos de infracción. En primer lugar, las de velocidad, que proliferan: en 21 de 28 países el número de multas aumentó de 2010 a 2019 (gráfico superior). Eso sí, a la larga baja, por el efecto disuasorio de los controles. Pero diversos estudios locales citados por la ETSC demuestran que donde no los hay el efecto disminuye.

Además, el exceso de velocidad, junto con el paso con luz roja, es la única infracción relevante para la seguridad que se puede determinar automáticamente. Los otros que preocupan a los expertos son las distracciones (especialmente por el uso de teléfonos inteligentes y similares) y la conducción bajo la influencia de drogas o alcohol. Aquí la tecnología automatizada no cuenta: se necesita un gran despliegue de patrullas, lo que disuade de cometer infracciones y compensa que la «productividad» de los controles realizados por agentes es muy inferior a la de los controles automáticos.



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