La final en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán definitivamente no fue fútbol de primera. La intensidad y la pasión que Eintracht y Rangers quemaron en la cancha en temperaturas tropicales sacaron a cada uno de los 38.842 espectadores de sus cuencos de plástico rojo. La ventaja inmerecida de los escoceses, que se beneficiaron de que el defensa Tuta sufriera un calambre en el decisivo duelo a pie con el goleador Joe Aribo y simplemente se cayera (57º), fue contrarrestada por Rafael Borré (69º). La decisión se tomó luego de 120 minutos muy reñidos.
Trapp da el pistoletazo de salida a la fiesta
El ganador del partido, Kevin Trapp, paró el cuarto penalti de los Rangers de Aaron Ramsey, Borré persiguió el quinto penalti del Eintracht hasta la red. El resto fue vítores desbordantes, muchas lágrimas de alegría y futbolistas de Frankfurt que bailaban salvajemente. Filip Kostic corrió lleno de alegría en dirección a la curva incluso antes de que se entregara el trofeo y se celebrara. Estaba reservado a Timothy Chandler presentar el trofeo a la afición en pleno sprint. Posteriormente, en la rueda de prensa, tuvo lugar la obligada ducha cervecera de los entrenadores Oliver Glasner y Kevin Trapp.
“No fue muy dramático, fue turbo-dramático”, dijo el CEO Axel Hellmann, resumiendo la velada apropiadamente. El Eintracht demostró una vez más que este año era imparable en esta competición y que quería ganar este título con todas sus fuerzas. “Como tantas veces en la Europa League, regresamos después de un revés”, enfatizó Glasner. “Mostramos una vez más lo que nos hace especiales”.