Estudio de Stanford: 1200 veces más subsidios para la carne y los lácteos que para las alternativas basadas en plantas

En la Unión Europea, 1.200 veces más subsidios se destinan a la ganadería tradicional que a las alternativas basadas en plantas. Y el sector agrícola gasta 3 veces más dinero en cabildeo que el sector que trabaja en sustitutos de carne y lácteos. Eso es según un nuevo análisis realizado por investigadores de la Universidad de Stanford. “Las políticas actuales y el poderoso lobby agrícola promueven el statu quo y obstaculizan la sostenibilidad del sistema alimentario”, concluye el coautor del estudio Eric Lambin (UC Louvain y la Universidad de Stanford).

Los investigadores señalan que es necesaria una reducción en el consumo de productos animales para lograr los objetivos climáticos y de biodiversidad. La ganadería es una importante fuente de gases de efecto invernadero y, debido a su impacto ambiental, es un importante impulsor de la pérdida de especies. Los científicos investigaron tanto en los Estados Unidos como en la UE hasta qué punto las políticas y los subsidios entre 2014 y 2020 promueven esta transición.

En ese periodo, más de 33 000 millones USD (30 000 millones EUR) se destinaron a la ganadería tradicional en la UE y 29 millones USD (26,5 millones EUR) al sector alternativo. “Ese dinero se destina principalmente al apoyo a la renta, que representa al menos la mitad de sus ingresos para los ganaderos, la promoción de productos animales y la investigación de nuevos procesos de producción”, dice Lambin.

Las organizaciones agrarias gastaron más de 18 millones de dólares (16,5 millones de euros) en cabildeo. Los investigadores señalan, entre otras cosas, que lograron que las alternativas a la leche de origen vegetal no se llamaran ‘leche’, y que también hubo intentos de restringir los nombres de los sustitutos de la carne. “De esta manera, el sector quiere elevar el umbral para que los consumidores cambien a alternativas”, dice Lambin.

campo de juego desigual

“El estudio muestra con cifras concretas cómo la política europea crea un campo de juego desigual, lo que favorece el sistema actual”, confirma el experto en agricultura Jeroen Candel (Universidad de Wageningen), que no participó en el estudio. Candel hace la comparación con el tren más sostenible, que tiene que competir con la aviación que está exenta de todo tipo de impuestos.

Por otro lado, no es de extrañar que fluya más dinero hacia la ganadería convencional. Después de todo, es un sector mucho más grande. “Así es, pero la cuota de mercado de las alternativas a base de plantas es de alrededor del 1,5 por ciento”, dice Lambin. “Eso es mucho más pequeño, pero no 1200 veces más pequeño”.

Los investigadores abogan por una mayor inversión en la investigación de mejores alternativas basadas en plantas. Las guías alimentarias nacionales también deberían prestar más atención a la sostenibilidad. Este es ahora solo el caso en un puñado de Estados miembros, incluida Bélgica. “Lo más importante es que haya igualdad de condiciones en las que los costos ambientales y de salud estén incluidos en el precio de los productos alimenticios”, dice Lambin. “Esta es la única forma de dar una oportunidad justa a los productos que tienen el potencial de hacer que nuestra dieta sea más sostenible”.



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