por Esteban Pedro
En la capital, cada vez más activistas radicales determinan nuestras vidas. Primero fueron las pegatinas de aire acondicionado que bloqueaban el paso de los conductores para ir al médico o al trabajo. ¡Ahora, otros ecologistas autoproclamados incluso están decidiendo qué nombres pueden llevar los edificios!
Los ocupantes de una sala de conferencias exigieron que la biblioteca de la TU ya no tuviera la adición “Volkswagen”. Y la administración de la universidad no expulsó a los ocupantes ilegales, sino que accedió a las demandas.
Claro: la donación de VW data de hace más de 20 años, y ningún nombre es para siempre. En una democracia, sin embargo, los activistas que no tienen legitimidad no pueden decidir si, cómo y cuándo cambiar un nombre. ¿Quién dice si la mayoría de los ocupantes ilegales eran en realidad estudiantes de la TU?
Al parecer, solo los más ruidosos y molestos tienen razón en este momento en Berlín.