Este gabinete impotente había caído clínicamente antes

Este siglo, solo un gabinete holandés ha logrado quedarse fuera del camino. Así fue el gabinete Rutte II (2012-2017) de VVD y PvdA. A la luz de esto, la caída del gabinete Rutte IV el viernes 7 de julio no debería sorprender. Sin embargo, esta crisis del gabinete es notable porque el propio primer ministro esta vez puso fin a su propio gabinete. El primer ministro Mark Rutte (VVD), el inventor del ‘camino de las cabras’, de repente declaró que parte de la política de asilo no era negociable. A saber, que había que frenar la llegada de solicitantes de asilo prohibiendo la reunificación familiar para una determinada categoría de refugiados. El VVD llama eufemísticamente a esto el ‘botón de pausa para los miembros de la familia’. Una medida que está reñida con varios tratados humanitarios, y cuyo efecto, según los expertos, será mínimo. Sin embargo, Rutte se mostró inquebrantable, sabiendo que el socio de coalición más pequeño, ChristenUnie, para quien los valores familiares son cruciales, nunca podría estar de acuerdo con esto. Y he aquí: una crisis y nuevas elecciones.

Es posible que el primer ministro haya pensado en la época en que la CDA, dirigida por el primer ministro Ruud Lubbers, se deshizo del socio de coalición VVD en 1989. Dejó caer su segundo gabinete porque el líder de VVD, Joris Voorhoeve, se opuso a la abolición de la asignación de viaje. Así como la asignación de viaje no fue la verdadera razón de la caída del gabinete Lubbers II, no es el ‘botón de pausa’ de Rutte IV.

Este gabinete ya había caído clínicamente el 15 de marzo de este año cuando Caroline van der Plas (BBB) ​​obtuvo una monstruosa victoria en las elecciones a la Diputación Provincial. Como resultado, BBB se ha convertido recientemente en el partido más grande en el Senado. Esto ha alterado el equilibrio político en La Haya y ha sacudido al ya destartalado gabinete. Con este resultado al final.

Es un poco ingenuo acusar ahora al VVD de ‘política de poder cínica’. No es una cuestión moral sino administrativa. La política se trata de acumular y retener poder, a través de medios democráticos, para realizar tantos ideales de los votantes como sea posible. Y es de aplaudir que Rutte abandonó brevemente su disfraz de supervisor de procesos y mostró claramente su verdadera apariencia de político de poder. Porque la tiniebla es fuente de mucha desconfianza de los ciudadanos frente a los políticos.

Si se deducen las mil excusas que Rutte puso a todo y a todos el año pasado, el legado de su ahora gabinete interino es más bien exiguo: no se han resuelto las soluciones a los grandes problemas sociales: nitrógeno, Groningen, arreglo del asunto suplementario, crisis de la vivienda, cuidar a los ancianos… La cola es más larga que el atasco de tráfico de la mañana en la A1 entre Apeldoorn y Amsterdam en un día lluvioso.

Sería bueno que la Cámara de Representantes dejara que el gabinete interino terminara su trabajo con todos esos archivos dolorosos y no declarara demasiados temas controvertidos. El gabinete Rutte IV no ha sido el gabinete de las grandes soluciones, sino el de la actualidad. Que continúe con eso tanto como sea posible.



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