Ese grito en la noche: cuando Meggiorini salvó a una niña de la violencia


Cuando jugaba en el Chievo, el exdelantero -que vivía en el centro de Verona- intervino personalmente tras escuchar los gritos de una mujer e impidió el ataque.

Pasear por el centro de Verona, cuando la tarde se ha convertido en noche, es una experiencia de cuento de hadas. Pasee por Piazza Bra, circunnavegue lentamente la Arena de Verona, deténgase en Piazza delle Erbe que en ese momento -el tiempo de nadie- parece envuelto en celofán, admire la Torre dei Lamberti con sus hileras de toba y ladrillos, pase bajo Porta Borsari, adivine… Escondido entre los edificios, el contorno del Duomo, aventúrese hasta la orilla izquierda del Adige y eche un vistazo más allá de las columnas del Teatro Romano. Cada ciudad tiene un mapa sentimental, el de Verona invita a perderse por las calles del centro, sin un destino preciso, por el único placer de descubrir una de las muchas pequeñas maravillas que a lo largo de los siglos han jalonado la novela de esta encantada lugar. Pero también los cuentos de hadas tienen un cono de sombra, un rincón oscuro, un destello que, en el reflejo de la luz nocturna, puede revelar un lado oscuro y violento. Son las dos y media de la madrugada de una noche de septiembre cuando el grito de una mujer rompe el silencio de la ciudad.



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