Bufandas cuelgan de farolas por todo Tilburg, no por diversión sino para las personas sin hogar de la ciudad. Natasja van Alphen cuelga seis pañuelos el jueves por la tarde en el Wilhelminapark. “Estos desaparecerán en unas pocas horas. Se necesita desesperadamente”. Qué bufanda tan cálida, ¿no? “La bufanda no me resulta nada cómoda, por eso no la uso”, se ríe.
Natasja inició esta cálida iniciativa en el invierno de 2016. “Los vi haciendo esto en un parque en Estados Unidos. Pensé que era un gesto muy bonito”. Poco después, también se colgaron los primeros pañuelos en Tilburg. “Porque aquí también hay mucha pobreza. Es algo muy importante que hacer”. Mientras tanto, 32 municipios han seguido el ejemplo de Tilburg.
“Difundir calidez en sentido literal y figurado”.
En casa, Natasja está atareada atando tarjetas amarillas a las bufandas. ‘No perdí. Siéntete libre de llevarme contigo si tienes frío, estoy aquí para darte calor”, se lee. “Voy a colgar esto en el parque. Son para personas menos afortunadas, sin hogar o para personas que necesitan una luz en la oscuridad”, dice Natasja con orgullo.
Según ella, da calidez a las personas que lo necesitan y también alegra un poco la ciudad. “Extraño a la humanidad, hay tanto odio en el mundo. Con un pequeño gesto puedes darle esperanza a una persona y, con suerte, una buena idea a otra”. En Tilburg no está sola: todo un equipo está activo para distribuir bufandas cálidas.
Mientras la temperatura desciende por debajo de cero grados, Natasja cuelga los pañuelos. “Esto se siente genial, se siente bien poder hacer esto por alguien. Literal y figurativamente difundiendo calidez”.
“En realidad es muy triste, no debería permitirse”.
Natasja se da cuenta todos los días de que los pañuelos se necesitan desesperadamente. Cada día cuelga nuevos pañuelos de colores en farolas, señales de tráfico o obras de arte de la ciudad. “Se han ido después de unas horas. En realidad es muy triste, no debería permitirse. Prefiero que todo esté colgado porque así todos tendrán suficiente calor”.
En algunos casos ni siquiera puede colgar los pañuelos. “Entonces se me acerca alguien que tiene frío y le gustaría tener una bufanda. Entonces me siento una persona rica, eso es muy agradecido”.
Natasja está lista justo antes de que oscurezca. “Haré otra ronda mañana”. Sin necesidad de llevar bufanda, claro está. “No encuentro una bufanda nada cómoda, así que no la uso”.
Natasja consigue que le donen casi todos los pañuelos o los compra ella misma si recibe una donación económica. A través de Facebook puede ayudar a todos a difundir algo de calidez en Tilburg.
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