En ‘Powder her Face’, la Touring Opera holandesa prefiere la excitación a la estratificación

La primera mamada con música en la historia de la ópera comienza con un tarareo. La duquesa de Argyll empieza a cantar alegremente, con motivos descendentes, más rápidos y más altos. El deslizamiento se convierte en embestida y cuando el seducido chico del hotel consigue su placer, la duquesa cae hacia atrás, gorgoteando.

Risas, en Enschede, en el estreno holandés de la ópera empolvarse la cara. El compositor británico Thomas Adès escribió la pieza en 1995, dos años después de la muerte de Margaret Campbell, también conocida como la Duquesa sucia. Al menos así la llamó la prensa sensacionalista en 1963, durante un proceso judicial en el que se expuso su vida amorosa liberal, incluidas fotos de desnudos.

Material tradicional para una ópera: la desaparición de una mujer que no se adapta a su época y papel, pensemos en heroínas trágicas como Carmen y Lulú. Genial también para publicidad, un aria de gaita que una vez fue boicoteada por la estación de radio Classic FM. ¿Pero la Reisopera holandesa no sólo pone cara de excitación, sino también de tragedia? ¿Podemos simpatizar con la mujer que empezó siendo rica y famosa, pero terminó sin dinero y humillada?

Su vida transcurre en dos actos y siete escenas. Vemos a la duquesa bebiendo champán como una socialité. Su matrimonio con un duque adúltero. Las tonterías que rodean el divorcio. El dinero que gasta. Los tristes últimos años. Se podría decir que hay mucho espacio para un retrato en capas, pero desafortunadamente el director británico Paul Carr cae en una trampa obvia: el sexo.

La señora se complace con el auricular del teléfono. El caballero deja que su ama lo ate como a un perro. Tres primas colegialas se contorsionan en poses eróticas hasta aburrirse. Todo el mundo lleva tirantes negros. Pero no descubrimos por qué la duquesa abraza el amor libre, ni cómo reflexiona sobre su comportamiento en la cama.

El director Carr eligió el exterior, el de la decadencia y los valses, los tangos y las bebidas. Es cierto que todo esto está hábilmente presentado en la partitura de Thomas Adès, llena de ecos de baile de salón y cabaret. Pero lo que Carr pasa por alto son los matices turbios. La escena de las mamadas no es sólo cremosa. Con un gruñido la orquesta subraya lo grotesco, con un gruñido lo compulsivo y descarrilado.

El director Otto Tausk tampoco se esconde bajo la superficie. Su conjunto de quince integrantes, provenientes de la orquesta sinfónica de Phion, produce sonidos fantásticos, desde saxos resbaladizos hasta un acordeón secamente divertido. Pero el diablo está en los detalles. Dependiendo de la situación en el escenario, la música puede ser a veces más atrevida, a veces más aguda y más amarga.

El hecho de que la dirección y la música carezcan de capas dificulta las cosas para los cuatro cantantes. Tomemos como ejemplo a la soprano Laura Bohn. Canta y actúa bien, pero apenas tiene la oportunidad de dar un retrato del personaje de la duquesa. La soprano Alison Scherzer y el tenor Daniel Arnaldos lo tienen más fácil: asumen una serie de roles caricaturizados, desde personal de hotel en celo hasta turistas contundentes en desastre.

Destaca una escena: la sentencia del juez en el caso de divorcio. En un monólogo concentrado, el barítono bajo vestido con toga John Savournin limpia el suelo con la duquesa (“la moral de un colchón, un Don Juan entre mujeres”). A veces canta histéricamente alto, a veces siniestramente bajo. Por fin una escena que llama la atención. Hasta que le da la espalda al público. Ah, por supuesto, doble rasero. Debajo del vestido hay un liguero negro con medias a juego. Como si eso no fuera lo suficientemente tonto, el juez se inclina y le muestra a la duquesa su trasero casi desnudo.

Tiempos difíciles

La ópera regional de los Países Bajos está pasando por momentos difíciles. Las sucesivas crisis dejan su huella.

Interesante momento: justo cuando el Consejo de Cultura está a punto de considerar las solicitudes de subvención cuatrienal, la Nederlandse Reisopera anuncia dos vacantes. La empresa de Enschede busca tanto un director como un director artístico. En los círculos de la ópera, el texto de la segunda vacante causó sorpresa. ¿Quién puede meter un trabajo tan exigente en una carga de trabajo de “al menos unas 24 horas por semana”?

Dos teatros de ópera regionales holandeses están atravesando años económicamente difíciles, tras la pandemia del coronavirus, una inflación descontrolada y los altos precios de la energía. La Opera Zuid de Maastricht lanzó recientemente un grito de ayuda. La Reisopera holandesa ha estado buscando desde el punto de vista organizativo y artístico desde la marcha del director Nicolas Mansfield en 2020. El rendimiento artístico se ha mantenido más o menos al mismo nivel. Por una reseña de dos estrellas para Beethoven Fidelio na, dio de Volkskrant de tres a cinco estrellas para producciones recientes de Reisopera.

Thomas Adès: empolvarse la cara

Ópera

Por la Nederlandse Reisopera, Paul Carr (director), Phion dirigida por Otto Tausk

★★★☆☆

20/1, Wilminktheater, Enschede. Gira hasta el 18/2



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