“Ttu que escribes sobre un femenino, que opinas delL’entrevista de Elly Schlein a Moda, ¿la del esquemador de colores?”.
En esta pregunta, que me han hecho innumerables veces en las últimas semanas, conviven dos errores de perspectiva contra los que repetidamente he pensado reaccionar oponiendo la mejor de mis sonrisas. Pero al no tener el instinto perturbador de Elly, luché contra mi furia y me armé de argumentos para suavizar los malentendidos.
Este periódico, como Modaconserva el título nobiliario de femenino. Noble, porque los periódicos nacidos para lectoras siempre han llevado a cabo, más o menos a la ligera, la tarea histórica de detectar modas y anticiparlas.
Modas entendidas como estilos de vida, actitudes, intereses, ambiciones, esperanzas, logros, derrotas de las mujeres.
Hojeando cronológicamente a las mujeres, notará que nada ha escapado a los muchos cambios que han tenido lugar en la vida de las mujeres y muchas han sido y son las batallas libradas por su afirmación.
Sin embargo, el término “femenino” es limitativo, considerando que este periódico, por ejemplo, ahora tiene lectores de todos los géneroscomo puedo ver en las cartas que llegan en esta sección.
El segundo malentendido se refiere la entrevista con Schlein, que corrí a leer y que me encuentro con un hermoso retrato todoterreno que me dio la oportunidad de hacerme una idea de quien es el nuevo secretario del Partido Demócrata. Leyéndolo completo, esa mención al esquema de colores desaparece entre las curiosidades. Entonces, ¿por qué tanto ruido?
Porque en Italia un líder de izquierda todavía tiene que pasar la prueba del pauperismo: vestirse modestamente, no tener criada, irse de vacaciones a un lugar modesto.
Todo esto cuando ya la aspiración a vivir una vida cómoda, y no solo a sobrevivir, es propia de cualquier clase social y muchas cosas están cambiando, empezando por el mundo laboral, en el que ya no basta con tener uno: se busca por un trabajo que agrade, que contemple nuestro lado más humano.
Para aquellos que no han entendido esto, todo lo que queda es ceñirse a los formalismos y simpatizar con el próximo líder que, respetando todas las convenciones, podrá engañarlo. Felicidades.
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