En el último capítulo de su trilogía, Costanza Macallè, paleopatóloga en la Venecia del siglo XVIII, lucha contra los vampiros. Y con el esfuerzo de ser madre


qquince novelas y más de un millón de copias vendidas solo en Italia, además de traducciones en varios idiomas. Alessia Gazzola, de 40 años, de Messina trasplantada a Verona, es una verdadera campeona de la escritura.. Tras el debut en 2011 con el primer libro de la exitosa serie Alice Allevi, que también tuvo una exitosa transposición televisiva, Gazzola ha seguido cosechando éxito tras otro.

Alessia Gazzola trabajó como médico forense antes de dedicarse a tiempo completo a la escritura. Alcanzó el éxito con la serie Alice Allevi. Su nuevo protagonista es un paleopatólogo.

Alessia Gazzola, La Costanza es una excepción

Tan es así que Hace unos años dejó su profesión de médico forense para dedicarse a tiempo completo a sus novelas y a sus hijitas., Eloisa y Bianca, de 9 y 7 años. Recién salido de la imprenta, ha llegado a la librería Constanza es una excepción., tercer volumen de la saga protagonizada por la paleopatóloga Costanza Macallèesta vez de una alta familia veneciana, los Almazàn, sobre la que en el siglo XVII se cernía el sospechoso de vampirismo. Ahora el último descendiente de los Almazàn desea descubrir las tumbas de sus antepasados ​​para averiguar qué hay de cierto en los rumores calumniosos. Una oscura historia que despierta la curiosidad de Costanza que, al mismo tiempo, debe hacer malabares con un nuevo trabajo, su hija Flora y la complicada relación con Marco, el padre de la niña que también podría estar involucrado en la operación… El autor juega hábilmente con los planos temporales y la narración se desarrolla entre el presente y la Venecia de 1678.

en Costanza es una excepción de Alessia Gazzola, Longanesi, págs. 302, 18,60€

¿Cómo nació el personaje de Costanza, una paleopatóloga que ama y odia su trabajo?
Descubrí la paleopatología por casualidad gracias a un documental sobre Cangrande della Scala, en el que contaban cómo descubrieron que había sido envenenado. Me llamó la atención y me dije que si nadie hubiera escrito sobre un paleopatólogo, lo habría hecho yo. La disciplina es fascinante: cruza la medicina, la antropología, la historia, la arqueología… En un contexto tan sectorial, se llega allí por pasión, o por casualidad. Para Costanza, elegí el segundo camino. Es paleopatóloga, pero para ella es una actividad de transición, no la profesión de su vida. Como les sucede a muchos en la treintena hoy en día.

Alice es forense, Costanza es originaria de Messina y vive en Verona, como ella. ¿Cuánto de sí mismo puso en sus protagonistas?
Hay conexiones con mi vida diaria, pero no con mi vida. Alice es forense como yo, pero no se parece en nada a mí. Con Costanza me interesó contar la experiencia del cambio de ciudad, que también viví cuando mi esposo se mudó a Verona por trabajo y yo lo seguí. Es un estado de ánimo interesante y presente entre los jóvenes. Luego ubiqué a Sicilia en el corazón de Costanza, con referencias lingüísticas y culinarias. Nunca lo había hecho antes, porque Sicilia no es un escenario neutral, siempre acaba siendo protagonista.

¿Cómo recibieron a Costanza los lectores huérfanos de Alicia?
Alguien puede haberse sentido traicionado, pero el cambio es el motor para tener cosas nuevas que contar, de lo contrario hacen fotocopias de libros. Me gusta experimentar, seguir nuevos caminos. También he escrito otras novelas, que nada tienen que ver con mis dos protagonistas. El desafío es lograr que los lectores sigan a Alessia, no a Alice. Afortunadamente, la mayoría lo hizo.

¿Es este el último libro de Constanza?
Sí, lo pensé como una trilogía e inserté un final lo más completo posible. Pero no hay certeza: si me apetece en dos años, podría reabrirlo.

¿Cómo son hoy los treintañeros de los que hablas en tus libros?
Más temeroso del futuro que hace diez años. Fueron años complicados: la pandemia, la guerra, la emergencia climática fueron problemas que estallaron juntos. Y están las redes sociales, que tienen un papel penetrante, y no en clave positiva, con efectos en las relaciones. Empecé a escribir a los treinta porque era yo mismo en ese momento. Ahora ya no estoy y por eso escucho y observo.

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También está el mundo del trabajo para las mujeres jóvenes.
Hablo de sus condiciones de trabajo, sin tomarme demasiado en serio. No escribo novelas sociales, sino sobre escapismo. Hablo de las madres jóvenes y su red de ayuda porque el sistema no las apoya. Fotografío y cuento las situaciones con mi lente. Si el lector reflexiona y encuentra algo para reflexionar, no me importa.

En este libro conviven la novela histórica, el relato sentimental y la novela policiaca. ¿Definirías la contaminación entre géneros como una de tus figuras narrativas?
Sí, lo hago desde mi primer libro, cuando el amarillo-rosa no estaba tan representado. No fue entendido por todos, pero es una fórmula muy personal, que me garantiza una audiencia fiel. Me gusta ofrecer escapismo de calidad.

¿Habrá televisión también para Costanza?
Algo se está cocinando: una serie de TV para Costanza y una película para otro libro mío. Son obras de construcción abiertas.

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