El tiempo se ha detenido en la histórica fragua de Zweeloo

Es como si el tiempo se hubiera detenido. En cuanto Henk Vaessen abre la puerta corredera de la antigua fragua de Zweeloo junto con su esposa Gitta Masselink, la historia sale a su encuentro. “Como si ayer Lucas Masselink, el último herrero, estuviera golpeando el yunque aquí”, dice el propietario Vaessen. “Aquí nada ha cambiado”.

Resulta. La antigua ferrería de 1896, monumento nacional, todavía está totalmente equipada. Todas las máquinas siguen funcionando y hay muchas herramientas viejas. “En realidad es sólo un pequeño museo. Y eso es exactamente lo que queremos con este edificio. Si podemos abrir la fragua a los visitantes y dejar que el fuego vuelva a arder, muchos caminantes y otros transeúntes sin duda lo encontrarán muy agradable”.

El herrero Masselink murió hace tres años. Hasta los 92 años trabajó en la fragua de De Wheem, donde su padre Berend y su abuelo Hendrik también eran herreros. “Una empresa familiar con mucha historia que queremos conservar para el futuro”, afirma Vaessen.

Pero eso resulta ser todo un desafío. El monumental edificio chirría y cruje por todos lados. La electricidad es francamente peligrosa, las vigas de soporte están sueltas o llenas de madera podrida, los herrajes de las ventanas han comenzado a expandirse debido al óxido y se pueden ver grietas en las paredes en varios lugares. Y además hay amianto en el tejado. “Bueno, queda mucho por hacer aquí si queremos poder abrir este edificio a los visitantes de forma segura”.

Esto último también se desprende de un informe de construcción elaborado por la Guardia del Monumento. Vaessen: “Este edificio no funciona en absoluto bien”.

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