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Roula Khalaf, editora del FT, selecciona sus historias favoritas en este boletín semanal.
¿Hemos vuelto a la “normalidad”? Esa es una pregunta que muchos inversores podrían hacerse ahora, después de que la Reserva Federal redujera las tasas de interés en nada menos que 50 puntos básicos esta semana.
Después de todo, desde la crisis de 2008, el sistema financiero ha estado en un estado profundamente anormal: primero, los bancos centrales redujeron las tasas para evitar la depresión, luego duplicaron la apuesta cuando llegó la pandemia, antes de finalmente aumentarlas en pánico cuando la inflación explotó. Pero ahora la Reserva Federal está recortando las tasas en respuesta a un crecimiento más lento. Esto se parece más a los ciclos financieros anteriores a 2008. No es de extrañar que los mercados se recuperen aliviados.
Pero antes de que alguien se ponga demasiado eufórico, debería recordar un punto crucial: todavía no entendemos del todo las consecuencias a largo plazo de esos experimentos anormales de flexibilización cuantitativa, ya que el dinero barato ha distorsionado las finanzas de numerosas maneras semiocultas y ha creado algunos riesgos futuros sorprendentes.
Pensemos, por ejemplo, en los seguros de vida. Este sector ha sido habitualmente ignorado por los medios de comunicación, ya que su modelo de negocio se consideraba aburrido: las empresas cobraban comisiones a los clientes, las invertían en activos seguros como los bonos y utilizaban los rendimientos para pagar rentas vitalicias.
Pero, como el socióloga viviana Zelizer ha señaladoEl seguro de vida siempre ha ofrecido una ventana fascinante a las actitudes sociales ante el riesgo. Y durante la era del dinero barato, se produjeron cambios que no son nada aburridos.
Lo más notable es que, como nuevo ensayo Según un informe del Banco de Pagos Internacionales, durante la flexibilización cuantitativa, los ingresos por inversiones de las compañías de seguros se redujeron, lo que les dificultó pagar las rentas vitalicias. Por ello, esas compañías (como muchos otros propietarios de activos) pasaron de los bonos a activos más riesgosos e ilíquidos en una búsqueda desesperada de rendimiento. También adoptaron la “eficiencia” del balance (también conocida como ingeniería financiera) a través de acuerdos de reaseguro para transferir activos y pasivos a otras entidades, lo que les facilitó el cumplimiento de los estándares de capital.
Lo más sorprendente de todo es que el dinero barato convirtió al sector en un objetivo para los grupos de capital privado. Entidades como Blackstone, KKR y Apollo han adquirido participaciones minoritarias o de control en compañías de seguros, especialmente en Estados Unidos. De hecho, a finales de 2021, las empresas influenciadas por el capital privado controlaban el 10% de todos los activos del sector de seguros, frente a menos del 2% una década antes, según un estudio estudiar por el FMI.
En teoría, esta invasión del capital privado tenía todo el sentido: las compañías de seguros necesitaban capital y los grupos de capital privado necesitaban un lugar donde invertir sus fondos, cuya escala se triplicó entre 2016 y 2022 (lo que, por supuesto, fue otra consecuencia de la flexibilización cuantitativa, porque los inversores se pasaron al capital privado para buscar rendimiento).
Además, los actores del capital privado parecían mejor equipados que los aburridos funcionarios de las compañías de seguros para dar rienda suelta a una “eficiencia” financiera creativa. En particular, las compañías influidas por el capital privado han sido mucho más activas que otras en términos de utilizar acuerdos de reaseguro para mejorar los balances de las compañías de seguros y trasladar la inversión a activos más riesgosos para aumentar los retornos.
En cierto sentido, esto ha funcionado bien, ya que ha permitido que las compañías de seguros sigan siendo lo suficientemente rentables como para seguir pagando esas rentas vitalicias, a pesar de la presión sobre las ganancias derivada de las bajas tasas. Por lo tanto, los asegurados no tienen motivos para quejarse.
Pero lo que preocupa al BIS y al FMI es que este cambio drástico, aunque en gran medida invisible, también ha creado riesgos a largo plazo. Uno de los problemas es que los activos de capital privado que ahora se encuentran en los balances de las compañías de seguros de vida no sólo son ilíquidos y opacos, sino que a veces están vinculados a las mismas empresas de capital privado que son dueñas de esos grupos de seguros de vida.
El informe del FMI destaca una operación en la que KKR compró la aseguradora Global Atlantic y luego anunció un aumento previsto de sus “ingresos por comisiones de 200 millones de dólares al año o más… presumiblemente… mediante la asignación por parte de Global Atlantic de una parte de su cartera de inversiones a activos gestionados por KKR”. Esto podría crear conflictos de intereses.
Otro problema es que los acuerdos de reaseguro parecen involucrar a empresas interrelacionadas. Así, el BIS señala que “las aseguradoras de vida vinculadas a PE en los Estados Unidos habían cedido riesgos a aseguradoras afiliadas equivalentes a casi la mitad de sus activos totales (o casi 400 mil millones de dólares) a fines de 2023” y “alrededor de dos tercios de los riesgos cedidos por las aseguradoras de vida vinculadas a PE fueron asumidos por reaseguradoras afiliadas con vínculos a PE ubicadas en centros offshore”. ¡Vaya!
Esto significa que los flujos son extremadamente opacos, tanto para los reguladores como para los inversores. Lo que preocupa al BIS y al FMI es que si en el futuro aumentan las tasas de interés o se produce una desaceleración en el mundo del capital privado, podrían surgir pérdidas inesperadas que crearían un efecto dominó.
Han surgido algunos indicios de inquietud entre los inversores. A medida que la Reserva Federal de Nueva York… ha señaladoCuando Silicon Valley Bank quebró el año pasado, el precio de las acciones de las compañías de seguros de vida oscilaron, aparentemente porque los inversores empezaron a hacer preguntas sobre los costos a largo plazo del dinero barato.
Sin embargo, hasta ahora la mayoría de los peligros que acechan al mundo de los seguros de vida siguen estando ocultos a simple vista, y es probable que sigan así a medida que cambie el ciclo de tasas. Puede que eso no importe en el corto plazo, pero los riesgos podrían ser graves en el largo plazo, como temen el BIS y el FMI.
Así pues, como mínimo, esta saga debería recordarnos a todos que es prematuro celebrar el fin del experimento de flexibilización cuantitativa. Incluso en medio de la nueva “normalidad”, persisten algunas anomalías profundas en las finanzas. Si nos olvidamos de ello, lo haremos a nuestro propio riesgo.