Esther tiene una enfermedad crónica. Su situación física es compleja. “El mes que viene me operarán por decimoctava vez”, dice en su apartamento de la planta baja de Haarlem-Noord. Sufre una forma hereditaria de distrofia muscular, lo que provoca una gran reducción de la fuerza de sus músculos. “Después de tres horas de estar de pie o en movimiento un día, todo se acabó para mí. Por eso tengo que dividir bien mis fuerzas”.
Lo que es lo más normal del mundo para la mayoría de los demás (andar en bicicleta, vestirse) es difícil para Esther y, algunos días, imposible. Tiene una bicicleta especial para poder salir de vez en cuando. Es un cruce entre un triciclo y una bicicleta reclinada. En caso de que Esther se quede sin fuerzas antes o se caiga, lleva un reloj médico. De esta manera sus seres queridos saben dónde está. Y ella misma puede presionar un botón de emergencia, si es necesario.
herramienta importante
Es precisamente esta importante herramienta la que Esther ha perdido desde el pasado sábado. “Fui a Cronjé a hacer compras. Es toda una tarea. Llevo una armadura especial. Y subir y bajar en una calle comercial siempre supone un esfuerzo. Justo cuando volvía a montarme y giraba la bicicleta para ir a casa, escuché que algo caía”.