El periodista recuerda la figura de Francesca Morvillo, esposa de Giovanni Falcone, que acompañó al magistrado en la última parte de su vida


Aldo Cazzullo (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

No.No había encontrado nada malo en las palabras con las que Ilda Boccassini había recordado, en su autobiografía, su amor por Giovanni Falcone.

Con mayor razón, estaba emocionado y conmovido por las palabras con las que Felice Cavallaroel periodista que desde hace cuarenta años cuenta Sicilia a la comunidad de Corriere della Serarecuerda en su último libro (FrancescaSolferino) la figura de francesca morvillola esposa que acompañó a Falcone en la última parte de su vida.

Porque un hombre, grande o pequeño, puede tener dos amores, además en tiempos diferentes. Y sin amor no hay vida. Había mucha vida en esa casa de Palermo en vía Notarbartolo.

Cavallaro habla de cenas a la luz de las velas en medio de carpetas de las que nunca se separan los dos magistrados.

Cuando Falcone, al encontrarse con tres periodistas antes de mudarse a Roma, dice que no tiene miedo «porque mi vida es tan buena como un botón de mi chaqueta», Francesca se siente aliviada: «¿Estás loca? Tu vida lo es todo para mí. ¡Un botón! «.

En Roma experimentan una nueva dimensión, a menudo sin guardias alrededor. Es una cálida tarde de mayo, la pareja sin acompañante se relaja con una cena romántica, carbonara y vino tinto fresco, en un restaurante de Campo De’ Fiori.

«Francesca» de Felice Cavallaro (Solferino).

Brindan por sus próximas vacaciones en Favignana y Francesca marca en la agenda la fecha de salida: 23 de mayo. Se besan en su camino a casa solos. Francesca lanza sus brazos alrededor de su cuello. Luego, casi presionando un botón en la dura y amorosa chaqueta de Falcone: «Nuestra vida vale mucho más que un botón».

El 23 de mayo, Giovanni y Francesca regresan a Palermo para sus vacaciones. Unas vacaciones que no se tomarán. Porque todo explota y se derrumba en Capaci. En una sucesión de sirenas y luces intermitentes, gritos y alarmas, los cuerpos de Francesca y Giovanni se vierten en el auto destruido.

Mueren los agentes Antonio Montinaro, Rocco Dicillo y Vito Schifani. Francesca, aún con vida, es cargada en una ambulancia. Una enfermera intenta limpiar la cara herida con una gasa. Parece que ya no existe. Pero sus ojos, perdidos, se abren por un instante. Sólo tiempo para susurrar una pregunta, una invocación: «¿Dónde está Juan?».

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