Aira Samulin, que vivió el invierno y la continuación de la guerra, quiere ayudar a los niños refugiados en Ucrania a través de la danza.
Atte Kajova
Aira Samuelin, de 96 años, tenía sólo 12 años cuando estalló la Guerra de Invierno en Finlandia y cuando se informó de la muerte de su padre en el frente. La familia organizó un funeral para el padre y el ataúd ya había sido comprado cuando el padre regresó a casa.
Vivo como la vida.
– Pensé entonces que era el fantasma de mi padre. Que aunque papá está muerto, vino a ayudarnos.
El padre siguió luchando y visitaba a su familia cuando podía. Al final, el padre cayó en la guerra de continuación, por lo que Samulin tuvo que pasar por el proceso de duelo por segunda vez.
En otra ocasión incluso tuvo que ver el cuerpo de su padre, fallecido en la guerra, en una camilla. Desde allí, la familia continuó su viaje hacia Helsinki, donde se organizó el funeral del padre.
– Trajimos el cuerpo del padre y al día siguiente ya estábamos en el tren. Nosotros, los niños, el ataúd de madre y padre, dice Samulin.
Eran tiempos difíciles y el primogénito de la familia, Samulin, tuvo que cuidar del resto de la familia, ya que la madre sufría problemas de salud mental después de la guerra y la muerte del padre.
Atte Kajova
Debido a sus experiencias personales, Samulin ha decidido ayudar a través de la danza a los niños que sufren en la guerra de Ucrania.
– Cuando yo era niño, en Finlandia estaba prohibido bailar. Sin embargo, había escuelas de baile en funcionamiento donde se podía bailar aunque en ellas no se enseñaba nada. Ahora, en retrospectiva, he pensado que tal vez bailar me haya ayudado en tiempos tan difíciles.
Samulin se puso en contacto con la Asociación de Bienestar Infantil de Mannerheim y fundó una escuela de danza para niños ucranianos que huyeron de la guerra.
– Pensé que dejaríamos pasar lo bueno. Tengo una sala de espejos en el Teatro Alexander donde los niños ucranianos vienen a bailar.