El nuevo libro precioso de Mirella Serri cuenta cómo el Duce despreciaba realmente a las mujeres. El suyo y el de los demás


Aldo Cazzullo (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

di Mirella Serri agradeció la valentía con la que aclaró un punto importante de la discusión pública: Claretta Petacci no era la chica cándida masacrada por malos partisanos solo porque amaba al Duce; fue una mujer cruel y despiadada, que tuvo una influencia negativa en Mussolini, como lo confirman las cartas firmadas por “tu pequeño criminal de guerra” que destilan admiración por los alemanes -para quienes ella era una espía, incluso contra el hombre que amaba- y odio a los judíos (no por esto mereció el final que tuvo; pero la historia debe ser contada en su totalidad).

Una valentía que Serri pagó con insultos y amenazas, como les sucede regularmente a quienes, aún cien años después de la marcha sobre Roma, se atreven a hablar mal del Duce. Pero en este nuevo y precioso libro de Mirella Serri poco se habla de Petacci.

¡Mussolini hizo tanto por las mujeres! Las raíces fascistas del machismo italiano (Longanesi) se centra, si acaso, en la figura de Margherita Sarfatti, y en la construcción del hombre Mussolini y del personaje “Dux”, título de la biografía escrita por Sarfatti y traducida por todo el mundo.

“¡Mussolini hizo tanto por las mujeres! Las raíces fascistas del machismo italiano” de Mirella Serri (Longanesi)

Pero hay un capítulo del ensayo que te deja sin aliento, así como obviamente los que desmontan la falsa idea de Mussolini como amigo de las mujeres. Mussolini despreciaba a las mujeres. El suyo y el de los demás.

El capítulo en cuestión está dedicado al funeral de Anna Kuliscioff. Una mujer que el Duce conocía bien: cuando todavía era un subversivo rojo, había luchado por ser recibido en su sala de estar. Anna era la compañera del jefe del socialismo reformista italiano, Filippo Turati. Es el 3 de enero de 1926, la Piazza del Duomo de Milán y la Galería están rebosantes de gente.

Los fascistas – increíble decirlo – atacan el cortejo fúnebre. Golpean a las mujeres y hombres que siguen el ataúd. Cogen el carruaje a martillazos. Arrancan las coronas de flores. En una última emboscada, intentarán impedir el entierro en el cementerio, profanando el ataúd, como para humillar a Anna Kuliscioff incluso cuando está muerta. Esto, y mucho más, hizo Mussolini a las mujeres italianas.

Recibe noticias y actualizaciones
en los últimos
tendencias de belleza
directo a tu correo

¿Quieres compartir emociones, recuerdos, reflexiones con nosotros? Escríbenos a [email protected]
Todos los artículos de Aldo Cazzullo

iO Mujer © REPRODUCCIÓN RESERVADA



ttn-es-13