Desde temprana edad, Gydo van den Boomen soñaba con hacerse cargo de la granja de sus padres. Mantienen más de 300 000 pollos de engorde y mantuvieron la empresa de tal manera que Gydo puede seguir adelante en los próximos años. Se da cuenta de que con la reserva natural de Deurnese Peel al lado, probablemente pertenece a los cargadores pico, pero detenerse no es una opción para él. “Si hay una alternativa, iré por ella”.
El viernes, el gabinete anunció cuáles son los planes de nitrógeno. A los agricultores que emiten demasiado nitrógeno, los llamados cargadores máximos, se les pagará el 120 por ciento del valor de mercado de su granja si se detienen voluntariamente. Aún no se ha contactado a Gydo para ese acuerdo de compra, pero aún puede llegar. “Inicialmente es un esquema de compra voluntaria. Pero si no participamos y no hay alternativas, es de interés público”, dice. “Y entonces puede convertirse en una obligación”.
“El futuro es incierto”.
Gydo está harto de la incertidumbre, porque ahora mismo no puede hacer planes para el futuro. “Ya estábamos en pleno desarrollo. Estamos ampliando y renovando las duchas en el almacén debido a la gripe aviar. La pregunta es si eso es inteligente, pero la intención era que lo usáramos en los años venideros. Eso ahora es incierto”.
El joven granjero tiene la sensación de que tiene la espalda contra la pared. Si no opta por el esquema de compra y se endurecen los requisitos ambientales, ¿aún puede manejar eso? ¿O todavía verá su sueño esfumarse? “Quiero saber cuáles son las posibilidades. Todavía prefiero mudarme, porque no planeo detenerme”, dice Gydo. “Todavía quiero invertir mucho y recuperar eso. Ese sigue siendo mi sueño”.
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