Nos hubiera encantado habérselo regalado a Bob Dylan, de 81 años, una bonita gira después de su mejor disco en veinte años. Con la palabra y resplandeciente Maneras ásperas y ruidosas (2020) His Bobness regresó a la liga principal de la música pop, como si un Premio Nobel de Literatura (2016) no fuera suficiente. Sobrevivió a la pandemia con una lucrativa transmisión en vivo, anunció un nuevo libro en el que desentraña los secretos de la composición de canciones en 60 etapas y ahora está dos noches en el Afas con entradas agotadas con una lista de canciones para besar.
Prueba A: Dylan toca prácticamente todas las canciones de su último álbum galardonado en esta gira, que se desarrolla lenta y espléndidamente como una obra maestra. Anexo B: en el medio interpreta clásicos de sus años dorados, incluso de rubia sobre rubia y horizonte de nashville. Anexo C: Atípico para Dylan, pero la lista de reproducción no ha cambiado durante un año y con eso, el legendario cantante voluble les da a los miembros de su banda la oportunidad de parecer bien sintonizados desde el principio.
esfuerzo
Estábamos listos. No había teléfonos, porque tenían que apagarlos antes de que se les permitiera entrar en una bolsa sellada. Menos mal que nadie pudo filmar lo que pasó allí. Porque el concierto de Bob Dylan, con los precios de las entradas por las nubes, fue increíblemente decepcionante. La canción de apertura, ‘Watching the River Flow’, sonaba rígida e incierta, como si una banda local de covers hubiera sido empujada al escenario sin estar preparada. La entrada de Dylan como cantante fue asombrosa. Nunca ha sonado tan rudimentario y feo, tan torpemente atonal.
Durante la actuación se quedó detrás del piano. Quién sabe: ¿tendría un iPad con sus letras detrás de esa fachada inexpugnable donde solo destacaba su pelo canoso y rizado? Dos soportes de micrófonos se alzaban pontificiamente en medio del escenario, pero el cantante sólo aparecía allí cada quince minutos para demostrar que seguía vivo. Parecía frágil, vulnerable, encorvado. Como si no pudiera estar de pie sin bastón o andador. Esto fue todo, piensas como fanático de Dylan. Este es el final del Tour Interminable.
Su banda, con el veterano bajista Tony Garnier pero sin el indispensable Charlie Sexton a la guitarra, no quería tocar juntos. Fue un trabajo duro para ellos, darle un poco de línea al plop de Dylan en el piano. En ‘False Prophet’ y ‘Crossing the Rubicon’ pareció encajar por un tiempo. ‘He tomado la decisión de entregarme a ti’ no despegó después de una buena introducción. Finalmente, en ‘Every Grain Of Sand’, tocó unos compases de armónica, vacilantes y monótonos. Con mucho gusto hubiera dado tres bolas por respeto a quién es Bob Dylan y lo que ha significado su trabajo durante tres generaciones. Pero, oh, qué decepcionante fue este concierto.
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