Una de las historias más especiales fue la del excompañero que siendo monaguillo quedó devastado por el olor a incienso y el servicio continuó como de costumbre. El niño permaneció tirado en el suelo durante media hora hasta el final de la misa. En este día y edad Corazón de los Países Bajos para abrir la transmisión de la noche con él.
Finalmente había llegado el momento, la reunión de nuestra clase de primaria. Éramos once. Algunos ya fallecieron y no todos tuvieron el tiempo, las ganas o los gratos recuerdos de aquellos años o de nosotros, pero me alegro de haber ido.
Curiosamente, también tenía curiosidad por las voces de Bert, Petra, Lina, Marian, Anne, Jos, Marga, Lia, Harry y Anita. Ya habíamos compartido fotos e historias, pero ¿cómo sonarían después de 46 años?
El contacto me resultó familiar y las historias de todas las vidas resultaron fascinantes. Uno dijo: “Bueno, he estado haciendo esto durante 26 años y…”
Otro: “A los 47 años pensé: ¿qué quiero?”.
Atrás quedaron décadas en las que cada uno encontró su camino en el mundo. El reencuentro, la realización del vínculo mutuo y al mismo tiempo el paso del tiempo dieron un sentimiento indefinible.
Mis recuerdos de la escuela, al menos para mí, no siempre eran exactos. Se me había olvidado que durante el recreo teníamos que comer con cuchillo y tenedor, como en los lamidos de sal del patio del colegio, y sólo escuché los nombres de pila de algunos de los profesores de la reunión.
La historia más especial fue la de una compañera de clase que tuvo que poner su mesa contra la pared del fondo durante todo el año en sexto grado y se sentó de espaldas a nosotros. La razón: vio demasiados pájaros volando. ¡Un año entero! Ninguno de los demás lo sabía todavía.