El duro destino de Dilan Yesilgöz, ¿o cómo se libran de Caroline van der Plas?

Sheila Sitalsing

Lo triste del difícil destino de Dilan Yesilgöz es que ella misma puso su cabeza en el tajo, nadie la obligó a hacerlo. Sonríe al verdugo mientras éste afila su hacha, grita ‘¡Estoy de tu lado!’, pero lo que hace es más mentir que estar de pie, del lado de nadie, como mucho del de ella.

Comenzó en el apogeo de su energía, arrancando el gabinete anterior; resulta que con una mentira, pero eso no importa, se pueden construir castillos sobre mentiras. Lo que importaba era que volara, que condujera al VVD con firmeza hacia un gabinete del que la derecha holandesa pudiera chuparse los dedos. Ella al volante, Caroline van der Plas como copiloto, con el mapa de carreteras de ANWB en su regazo, del que estaría “completamente harta” en cada vuelta, porque en un mapa así hay todo tipo de carreteras, pero eso No será un problema, porque allí solo podrás compararte favorablemente contigo como conductor. Otros derechistas en el asiento trasero y, por supuesto, el PVV podrían sumarse al grupo: unos pocos asientos con viejos vasallos de Wilders atados, ¿qué podría salir mal?

Bien, esto. Esta pesadilla en la que tiene que participar en un gabinete en el que el VVD queda subordinado a Wilders y sus 37 apóstoles, de los cuales no todos están igualmente cualificados, Wilders tampoco parece del todo cómodo con esto último.

Primero intentó deshacerse de él ofreciendo medio apoyo a un gabinete de opereta de tres partidos con una experiencia administrativa total nula en La Haya (NSC 0, BBB 0, PVV 0), parándose más lejos y gritando “Yo”. Estoy de tu lado’ a intervalos regulares. Pero esto no fue tenido en cuenta por Omtzigt, quien astutamente la empujó aún más hacia la trampa de Wilders cuando, después de una larga reflexión, llegó a la conclusión de que quería ejercer el poder -en La Haya a esto se le llama “asumir la responsabilidad”- pero manteniendo las manos limpias. – En La Haya esto se llama “tolerancia”.

Ahora tiene que ensuciarse las manos, y el VVD es un partido de gobierno, que es La Haya por no tener miedo de las manos sucias, pero además de las manos sucias, obtiene el BBB gratis. Y lo que al principio parecía superable: Van der Plas, que constantemente reproduce el sentimiento popular con letras como “No entiendo por qué esto tiene que ser tan difícil” y “Ya he tenido suficiente”, Van der Plas, que En el medio, la formación va a un programa de televisión para quejarse de que la formación se ha convertido en una carga.

De nuevo la semana pasada. Christianne van der Wal, ministra de la Cámara del VVD, aún no ha enviado un informe a la Cámara de Representantes porque tuvo que esperar una nota que indique lo que el gabinete planea hacer con él; eso tomaría unos días más. Una trivialidad. Van der Plas, ocultando información, se molestó y convocó una verdadera reunión en la que amenazó con “tarjetas amarillas” al ministro del partido con el que quiere formar parte de un gobierno. El PVV también había enviado a alguien para criticar al ministro del partido con el que el PVV quisiera colaborar. Rosanne Hertzberger (NSC) chillaba y pisaba fuerte. La diputada de GroenLinks-PvdA, Laura Bromet, preguntó si esperaba “una pelea pública” entre los posibles socios de la coalición.

Yesilgöz tiene que soportar todo eso. Y ahora ha llegado el momento de deshacerse de Van der Plas. Una fuga creíble hacia Frans Timmermans habría sido posible si ella no hubiera dedicado una campaña a retratar al hombre como Belcebú, peor que Wilders, como un desastre para el país.

Allí yace, con la cabeza apoyada en el tajo.



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