El dopaje administrativo de Red Bull: por qué la FIA no puede ser blanda

Al menos cuatro factores pesan en las decisiones que tomará la federación: tiempos, ventajas, sanciones, riesgos

Pero quién lo obligó a hacerlo, se diría … Desde que Mohammed Ben Sulayem se convirtió en presidente de la Federación Internacional de Automóviles en diciembre pasado, reemplazando a Jean Todt, se vio obligado a manejar solo casos ardientes relacionados con la F1, y la definición de caliente es un eufemismo decente. Primero, el título de pilotos de 2021 decidido en Abu Dhabi por una interpretación personal de las reglas por parte del director de carrera Michael Masi, quien nos devolvió su lugar después de furiosas controversias. Ahora la cuestión del tope presupuestario de la temporada pasada, aparentemente no respetado por Red Bull y (en menor medida) por Aston Martin. De confirmarse las acusaciones, en el caso del equipo Verstappen, esto habría condicionado la conquista del último Mundial y el ya inevitable bis de esta temporada. Se trata pues de un hecho sumamente grave, que requiere consideraciones muy serias.

cuatro consideraciones

Lo que ocurra en la gestión del asunto, a partir de ahora, marcará un paso fundamental para la credibilidad de este deporte y para su futuro. Primera consideración: los tiempos. No es posible formalizar infracciones relacionadas con la temporada anterior sólo en octubre. Si la estructura a cargo de los controles no es suficiente, en términos de medios y números disponibles, la FIA debe adaptarse. Y se deberá anticipar, en su caso, la fecha del 31 de marzo como límite dentro del cual los equipos deberán presentar las cuentas de los gastos del campeonato concluido tres meses antes. Segunda consideración: las ventajas. Las inversiones extrapresupuestarias de Red Bull, ciertamente no destinadas a logística y administración sino al desarrollo de los monoplazas, podrían haber sido decisivas en la lucha por el título de 2021 y haber influido de igual forma en el destino del actual campeonato. Si es cierto que con 4 millones de dólares un equipo de F1 puede producir las evoluciones aerodinámicas de toda una temporada, y dado que el overshoot atribuido al equipo de Milton Keynes debería superar esa cifra (algunos hablan de casi 10 millones de dólares), es Entendí rápidamente cómo se distorsiona un Campeonato del Mundo equilibrado como el anterior, decidido en la última vuelta del último GP. Y si parte de ese dinero se hubiera destinado al proyecto de 2022, y es probable, la conclusión que se saca es la misma. Básicamente, un dopaje administrativo en toda regla que pone a los contendientes en diferentes niveles: deportivamente no es aceptable. Tercera consideración: las sanciones. Las reglas establecen varias opciones para sancionar a quienes no cumplan con el tope presupuestario. El mínimo es una multa (para infracciones leves, cuantificadas en un sobrecoste inferior al 5%), el máximo es la exclusión del campeonato. Entre medias hay resta de puntos en el campeonato de constructores y pilotos, descalificación para un número de GP a establecer, límites en las pruebas aerodinámicas y reducciones en la suma disponible para futuros presupuestos. Cerrar todo con una multa no es imaginable: significaría incentivar a los equipos que tienen detrás a los gigantes de la industria automotriz a ignorar las reglas. En cualquier caso, pagando se salda todo. El castigo debe actuar como elemento disuasorio. No se debe repetir el error del juego limpio del fútbol, ​​sorteado con varios recursos, desde la llegada de un patrocinador amistoso hasta la venta de activos corporativos hipervaluados. Y las sanciones deben adoptarse, en este punto, con gran celeridad. Cuarta y última consideración: los riesgos. Y aquí volvemos a la mesa de la Federación. Una sanción ejemplar, como también pide Ferrari, reforzaría la credibilidad del deporte. ¿Sería desafortunado para la F1? No importa. Hemos visto a la Juventus terminar en la Serie B, siete victorias en el Tour de Francia arrebatadas a Lance Armstrong y un montón de medallas de oro olímpicas cambiar de maestro. El sufrimiento, para el mundo de los GP, sería momentáneo. Si, por el contrario, no pudimos castigar a los infractores, entonces también podríamos bromear y terminar aquí con el límite presupuestario y el deseo de limitar los gastos creando más equilibrio. Pero eso sí, sería un golpe mortal a la imagen de la F1 y de la Federación que la rige.



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