El día que Onzari transformó un saque de esquina en un «gol olímpico»


En un partido contra Uruguay, el extremo izquierdo de Argentina camina hacia la bandera y hace un gesto extraño a sus compañeros. Los oponentes no entienden nada. Se echa a correr y patea: sale un tiro arqueado, venenoso e inalcanzable… ¡Balón a la red!

Imposible, ante todo, es la idea. Y luego viene la ejecución, que debe ser perfecta, milimétrica, leonardiana. Hace falta imaginación para imaginar poder alcanzar la gloria de esa manera, porque todo debe ir sobre ruedas, no debe haber ni un soplo de viento que entorpezca el proyecto y, sobre todo, el pie debe estar cálido, suave, educado para Haz lo que le dice su cabeza. Cesareo Onzari tiene todas las cualidades para intentar lo imposible y, al final, escuchar qué historia surge de ello. Estamos en el otoño de 1924, Uruguay acaba de proclamarse campeón de los Juegos Olímpicos de París practicando un fútbol estelar. Argentina, que no participó de los Juegos, sin embargo no está, no acepta el dominio de sus rivales y por eso, para establecer quién es realmente el rey del Río de la Plata, es necesario un desafío adicional.



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