“Es muy intenso”, dice Stefaan Brems (59), audiblemente cansado cuando hablamos con él. El hombre experimentó hoy una montaña rusa de emociones: tristeza, ira y luego ese cuestionable alivio. Comenzó con la despedida de sus dos nietos. Unas horas después, su teléfono vibró, era la policía para informar que el padre de los niños había confesado el incendio provocado. Esta es la historia del emotivo día que, mientras tanto, se ha guardado en una memoria USB. “En caso de que su madre, mi hija, alguna vez despierte de ese coma”, dice Stefaan con voz temblorosa.
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