Se espera hasta que Sinterklaas esté fuera del país. El otro ya lo está decorando: el árbol de Navidad. Teunis Otten (85), de Hollandscheveld, llega temprano y hace las cosas de forma un poco diferente. No tiene un árbol, tiene un bosque entero. Un bosque de árboles de Navidad. “Es como estar en la naturaleza”.
La mitad de su salón ha sido sacrificada por el bosque. Hay tres árboles de Navidad con hojas, ramas y algunas otras decoraciones. ¡Sin bolas! A Otten no le gusta eso, todas esas cosas cursis. No, su bosque de árboles de Navidad está decorado de la forma más natural posible. Aunque son árboles artificiales. “No quiero coger árboles del bosque ni del cultivador”, afirma Otten. “Puedo utilizar esos árboles artificiales todos los años. Y eso no le cuesta nada al medio ambiente. Deja que todo lo que crece afuera crezca felizmente”.
Detrás del bosque tiene una caja grande que está conectada a su computadora portátil. En él reproduce sonidos de pájaros. Preferiblemente el ruiseñor, su pájaro favorito. Hollandschevelder puede quedarse dormido con el chirrido del animal. Lo hace regularmente. Por la tarde, cuando está oscuro.
Otten es un amante de la naturaleza por excelencia. Solía vivir, como él dice, con la naturaleza. “Cuando éramos jóvenes nos sentábamos aquí en el bosque y los oíamos cantar por la noche”, recuerda. “Y cuando terminabas las citas, siempre llegabas a casa un poco más tarde y este pájaro estaba silbando en Kerklaan. Luego me bajaba de la bicicleta y lo disfrutaba”. Su bosque de árboles de Navidad le recuerda los buenos tiempos.