Hace doce días, las tropas rusas invadieron Ucrania, aparentemente asumiendo que la “operación militar especial” obligaría al país vecino a capitular en 24 horas. El presidente Putin desató así una guerra como la que Europa no ha visto desde 1945.
El ataque a un estado soberano provocó reacciones masivas en el resto del mundo, encabezadas por Europa y Estados Unidos. Sin interferir directamente en la guerra, ayudan a Ucrania con ayuda militar y humanitaria, mientras intentan aislar a Rusia tanto como sea posible.
El arma de la ‘sanción económica’ no sólo la utilizan los gobiernos que denuncian los actos de guerra de Putin de la forma más enérgica posible, y por ello quieren obligarle a retirar sus ejércitos. Destaca especialmente el efecto dominó tras la entrada en vigor de las primeras sanciones; corporaciones, universidades, federaciones deportivas, museos, orquestas y muchas otras instituciones se están oponiendo a la agresión de Rusia rescindiendo contratos, cancelando alianzas y cerrando sucursales. Desde las aerolíneas y las petroleras hasta la banca, desde Louis Vuitton hasta Netflix y desde DHL hasta Ikea: Rusia, la economía rusa y la población rusa se ven afectadas en todos los sectores. Uno comienza por principio, el otro por un peligro potencial, un futuro incierto o la esperada falta de recursos, piezas o información.
Como resultado, la población rusa amenaza con quedar completamente aislada. No solo por el inminente colapso de su propia economía, sino también por el reinado de terror de Putin sobre sus súbditos. Esto no afecta solo a opositores políticos, periodistas críticos o ciudadanos que protestan. Putin castiga las expresiones no deseadas con tanta dureza que ya nadie en Rusia puede sentirse seguro. Desde que Putin lanzó el ataque contra Ucrania, muchos miles de manifestantes pacíficos han sido detenidos y encarcelados. Desde entonces, prácticamente todos los medios gratuitos han sido cerrados, han huido o están tratando de informar los hechos de forma anónima.
Significativamente, los ferrocarriles finlandeses están desplegando trenes adicionales entre San Petersburgo y Helsinki en respuesta a la afluencia masiva de ciudadanos rusos que se sienten obligados a buscar alojamiento seguro en otro lugar. Los rusos emigrados no solo temen la escasez de las sanciones, sino también la legislación draconiana promulgada bajo la dictadura de Putin para intimidar y silenciar a los opositores.
El boicot económico de ‘Occidente’ y otros países es comprensible, dadas las acciones de las tropas de Putin en Ucrania, y las sanciones podrían afectar potencialmente la guerra y el futuro de Rusia a largo plazo. Al mismo tiempo, los gobiernos occidentales deben preguntarse si una completa disociación de Rusia de Occidente ofrece una salida a esta peligrosa crisis en el corazón de Europa. Un mayor aislamiento del país podría conducir a un mayor endurecimiento y a un mundo en el que el Kremlin no tiene nada que perder.
Por difícil que parezca ahora, eventualmente habrá que encontrar una salida a la guerra. Aislar a Rusia es una reacción comprensible, pero también puede resultar contraproducente. Por lo tanto, es de suma importancia encontrar un mediador o un país que pueda contactar a Moscú y con quien Putin esté dispuesto a hablar.
Una versión de este artículo también apareció en NRC en la mañana del 8 de marzo de 2022.