Eduquemos a los futbolistas al amor. El real, no el tóxico.

El río Spoon de futbolistas contra mujeres es largo. Pero quien entrena el respeto no recurre a la violencia.

Italia salió a las calles contra la violencia contra las mujeres. El fútbol ha hecho su parte y, aún hoy, lo hará: marcas rojas en las caras de los jugadores, rojo el balón que rodó en la Serie B. Sangre roja, tarjeta roja: la violencia debe ser absolutamente expulsada de toda forma de relación. El fútbol ha puesto a disposición su poderosa fuerza comunicativa y emocional. También porque es parte en el asunto y ciertamente no un observador externo. Es un territorio arriesgado, porque los atletas son jóvenes y hermosos, su atractivo se ve amplificado por la popularidad y, mimados en un ambiente artificial, pueden albergar un peligroso sentimiento de omnipotencia e impunidad. Héroes para después del afeitado que nunca tienen que preguntar y creen que pueden con todo. Manolo Portanova fue condenado en primera instancia a 6 años de prisión por violación en grupo contra una estudiante de Siena. Las protestas de la afición del Bari hicieron fracasar el traslado del delantero a la Reggiana, a pesar de la disconformidad de las feministas y de los aficionados que devolvieron sus abonos. Por los mismos motivos, el exjugador del AC Milan Robinho fue condenado a 9 años, considerado también culpable por el Tribunal Supremo de la violación en grupo de una niña albanesa en Milán. El episodio se remonta a 2013. La Fiscalía pidió 9 años para el brasileño Dani Alves, exjugador de la Juve, por la presunta violación de una chica en una discoteca de Barcelona. En septiembre pasado, la selección brasileña excluyó de su plantilla a Antony, delantero del Manchester United, después de que su exnovia lo acusara de violencia doméstica. El Spoon River de futbolistas contra mujeres podría continuar por mucho tiempo. La posibilidad de incluir, por ley, una hora de educación emocional y sexual en los colegios se viene discutiendo desde hace tiempo en el Parlamento. También sería conveniente incluirlo en los sectores juveniles, especialmente en los de los clubes más prestigiosos, para ayudar a los jóvenes a gestionar su pequeña popularidad desde el principio; el efecto que, por ejemplo, puede tener un traje prestigioso en el círculo de amigos. Paralelamente a las sesiones tácticas con los entrenadores, planificar reuniones, quizás con un psicólogo, en las que los niños compartan sus emociones, sus ansiedades, hablen y escuchen, aprendan a relacionarse con los demás y se convenzan de que el talento no es un pase para privilegios y no elevarlos por encima de sus compañeros menos talentosos en el fútbol. Porque el fútbol, ​​el deporte en general, puede convertirse en un espejo distorsionador que altera la percepción de la realidad, pero sigue siendo el mejor campo de formación educativa al alcance de los jóvenes. El deporte enseña respeto: por los compañeros, por el adversario, por las reglas; El deporte enseña que la derrota no es un fracaso, sino sólo un camino hacia el crecimiento. Un niño que crece entrenando el respeto y la aceptación de la derrota tendrá menos probabilidades de recurrir a la violencia cuando se enfrente a un no o a las dificultades de una relación.



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