Durante el último par de noches, he estado dando vueltas en la cama pensando en mí mismo sin trabajo. Mi portero tenía razón: “No hay trabajo más fatigoso que dejar de trabajar, señora”. O tal vez sí: aprende a hacerlo


Antonella Baccaro (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

“Q¿cuántos años tiene?”. El colega que se destaca hoy en día como generalmente bien informado parece haber apuntado a mí y a mis resortes. “¿Por qué?” Pregunto con cautela, solo para evitar conversaciones deprimentes que suelen empezar así. “Porque, si no recuerdo mal tu edad, en un par de años usted también puede empezar a pensar en jubilarse. Ya sabes, hay muchos toboganes, adelantos, descuentos, oportunidades que hay que aprovechar para salir un poco antes».

La miro asombrado, imaginándome una estantería tipo Ikea en el INPS: sí, pero ¿cuánto tiempo atrás? En mi mente de joven anciano, la jubilación por ahora estaba situada en un horizonte temporal del que no veía perfectamente los límites.

En fin, las últimas proyecciones que esbocé, que tienen que ver con el tema de las pensiones por el trabajo, todavía me daban unos diez buenos años de trabajo. Un lapso de tiempo tan largo que no comencé a pensar inmediatamente en mí mismo como un jubilado.

Y en cambio el colega insiste: “¡No veo la hora de parar!” ella confiesa emocionada. Mientras que yo, que muchas veces pretendo quejarme del mayor esfuerzo que siento para concentrarme en comparación con hace unos años, no siento la urgencia de despedirme de mi vida activa, como cualquier bebé jubilado.

Como, Durante las últimas dos noches, he estado dando vueltas en la cama pensando en mí sin trabajo.: mi metrónomo diario. Y encuentro que la perspectiva sin editar me conmueve más que otros eventos en la vida de una mujer que envejece.

De repente, todas las actividades que parezco haber sacrificado por el trabajo parecen incapaces de reemplazarlo sin hacerme extrañarlo. “No estoy listo”, digo derrotado..

Al igual que mi colega que le gritó esta frase a las enfermeras durante su primer parto, protestando porque no tenía tiempo para hacer el curso. Y me digo a mi mismo que no hay cursos para jóvenes internos, pero que en un futuro cercano necesito idear una estrategia de salida que esté a la altura de mis inquietudes. Mi portero tenía razón: “No hay trabajo más fatigoso que dejar de trabajar, señora”. O tal vez sí: aprende a hacerlo.

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