Dentro de una “estación fantasma” abandonada en lo alto de un acantilado antártico donde los científicos soviéticos lucharon contra vendavales de -90 °C a miles de kilómetros de cualquier lugar


Encaramado en lo alto de un acantilado ventoso en la Antártida, rodeado únicamente por hielo durante miles de kilómetros, se encuentra el fantasma de un antiguo y bullicioso puesto avanzado soviético.

La estación Leningradskaya, antaño el gélido hogar de los científicos de la URSS, hoy constituye un testimonio de una época en la que la ambición humana no conocía límites, incluso en los entornos más implacables.

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La cúpula del radar en la base de investigación abandonadaCrédito: mikeusherphotography.com
La estación Leningradskaya es un puesto de investigación soviético abandonado

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La estación Leningradskaya es un puesto de investigación soviético abandonadoCrédito: Victor Pomelov
La estación ahora no es más que un edificio de metal abandonado a su suerte en lo alto de un acantilado.

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La estación ahora no es más que un edificio de metal abandonado a su suerte en lo alto de un acantilado.Crédito: Peter Cleary
También se pueden ver dispersos por la nieve vehículos que alguna vez utilizaron los investigadores.

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También se pueden ver dispersos por la nieve vehículos que alguna vez utilizaron los investigadores.Crédito: Digital Photography Review / King_penguin

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Era el año 1971 y el mundo estaba inmerso en la Guerra Fría.

Lejos de las miradas del público y de las preocupaciones de la vida cotidiana, la Unión Soviética tenía la mirada puesta en una nueva frontera: la Antártida.

Aquí, en medio de la blancura interminable, los soviéticos establecieron la estación Leningradskaya, llamada así por una de sus ciudades más históricas, Leningrado.

La estación fue construida en las llanuras heladas de Queen Mary Land, una parte remota y desolada del continente.

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Era un lugar donde la temperatura podía bajar de los -50°C, donde el viento aullaba sin parar y donde el sol desaparecía durante meses durante el largo y oscuro invierno.

Pero para los soviéticos, Leningradskaya era más que una simple estación de investigación.

Era un símbolo de su poder científico y un punto de apoyo estratégico en los confines más australes de la Tierra.

LA VIDA EN EL FIN DEL MUNDO

Los científicos e ingenieros que vivían en Leningradskaya eran una raza resistente.

Llegaban cada verano, transportados en barcos que atravesaban el espeso hielo marino, trayendo suministros para los meses siguientes.

Mientras el sol del verano austral se cernía bajo en el horizonte, la estación bullía de actividad.

Meteorólogos, glaciólogos y geofísicos trabajaron codo a codo, recopilando datos que contribuirían a nuestra comprensión del clima de la Tierra y las misteriosas fuerzas que actúan en las regiones polares.

Dentro de una propiedad nazi abandonada que alguna vez fue propiedad del ministro de propaganda de Hitler y que quedó abandonada mientras los funcionarios luchan por encontrar un comprador

Dentro de los edificios prefabricados de la estación, la vida era un cuidadoso equilibrio entre rutina y supervivencia.

Los edificios, diseñados para soportar las duras condiciones antárticas, estaban conectados por pasarelas para proteger a los habitantes de los fuertes vientos.

Los científicos trabajaron en sus laboratorios, analizando núcleos de hielo, midiendo campos geomagnéticos y estudiando los patrones atmosféricos que se arremolinaban sobre el continente helado.

En su tiempo libre, jugaban ajedrez, leían libros y escribían cartas a casa, sabiendo que pasarían meses antes de que pudieran recibir alguna respuesta.

Pero a medida que la década de 1980 se acercaba a su fin, la Unión Soviética comenzó a desmoronarse.

El otrora poderoso imperio se estaba desmoronando bajo el peso de las tensiones económicas y la inestabilidad política.

Las estaciones en la Antártida, alejadas de los ojos del Kremlin y costosas de mantener, fueron abandonadas lentamente.

Y Leningradskaya no fue una excepción.

EL LARGO SILENCIO

En 1991, cuando la Unión Soviética daba su último suspiro, las puertas de Leningradskaya se cerraron por lo que pareció ser la última vez.

El último grupo de científicos abordó el barco que los llevaría de regreso a un país en crisis, dejando atrás una estación que pronto sería consumida por el frío y el silencio de la Antártida.

Durante años, Leningradskaya se mantuvo sola frente a los elementos; sus edificios fueron sepultados lentamente bajo la nieve, sus ventanas se cubrieron de escarcha y sus pasillos resonaron con los recuerdos de quienes una vez vivieron y trabajaron allí.

La estación, antaño centro de actividad científica, se convirtió en una ciudad fantasma, una reliquia de una época pasada.

UNA CÁPSULA DEL TIEMPO CONGELADA

Hoy, Leningradskaya permanece como fue dejada, una cápsula del tiempo congelada en el corazón de la Antártida.

Las estructuras de la estación, desgastadas por décadas de exposición a los elementos, aún permanecen en pie, aunque están sucumbiendo lentamente a las implacables fuerzas de la naturaleza.

En el interior, viejos equipos permanecen inactivos y las huellas de los últimos científicos se conservan en la nieve que se filtra a través de puertas y ventanas rotas.

Ocasionalmente, un equipo de investigadores podría visitar la estación, atraído por la historia de la misma o por el deseo de recuperar datos de los instrumentos que quedaron abandonados.

Pero en su mayor parte, Leningradskaya queda abandonada a su soledad, como un monumento silencioso a la determinación humana y al implacable paso del tiempo.

Y mientras el viento continúa aullando sobre el hielo, Leningradskaya se erige como un centinela fantasmal, guardando los secretos del pasado en uno de los lugares más remotos de la Tierra.

La Antártida se encuentra en la parte inferior del globo.

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La Antártida se encuentra en la parte inferior del globo.Crédito: Wikipedia



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