Filiberto Velázquez Florencio, director de la organización de derechos humanos Víctimas Minerva Bello, dijo el domingo en una conferencia de prensa en Chilpancingo, capital del estado, que el ataque se produjo alrededor del mediodía del sábado. Algunos de los drones estaban cargados con bombas caseras, que arrojaron sobre la aldea aparentemente de forma indiscriminada. Un vecino de El Caracol resultó gravemente herido y falleció ese mismo día.
Según Velázquez, ya es la tercera vez este año que la localidad es víctima de violencia criminal. También hubo un ataque aéreo el 23 de mayo de este año, lo que obligó a seiscientos residentes a huir temporalmente del pueblo. El 14 de agosto se produjo un segundo ataque con drones.
“Ya ha habido tres episodios de este tipo, uno en mayo y dos este mes y no vemos interés en nada para solucionar el problema”, dijo Velázquez. Señaló que El Caracol es una comunidad rural remota y empobrecida, sin acceso a internet ni a teléfonos celulares, por lo que las noticias de los ataques sólo llegan esporádicamente a los medios nacionales.
Durante muchos años, Guerrero ha sido escenario de una guerra territorial extremadamente violenta entre bandas narcotraficantes grandes y pequeñas y las autoridades mexicanas. El estado es uno de los principales productores de opio mexicano. El año pasado fueron asesinadas al menos 1.360 personas.