Detrás de mí en la cola para la caja del supermercado hay un chico de unos trece años. Claramente un estudiante del gimnasio adyacente. Él tiene que pagar un croissant y yo tengo un carrito lleno. “Tú vas primero”, le digo, “de lo contrario, llegarás tarde después del descanso”. Liquida sus ochenta céntimos con un euro y le devuelven veinte céntimos. Me entrega la moneda: “Gracias por dejarme ir primero, señora, y esta es para usted”.
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Una versión de este artículo también apareció en el periódico del 5 de abril de 2023.